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Frantz Fanon, 1925-2010*

“Murió de leucemia en un hospital estadounidense y su cuerpo fue enviado a Túnez en un Lockheed Electra II para ser sepultado en suelo argelino. A las dos y treinta de la tarde del 12 de diciembre de 1961, una pequeña columna cruzó la frontera hacia Argelia. Por primera y única ocasión durante la guerra de independencia que habían emprendido desde noviembre de 1954, el FLN y el ALN podían sepultar a uno de los suyos con todos los honores:
‘En la frontera argelina. Dos pelotones del ALN presentan armas mientras el ataúd entra a territorio nacional. El ataúd es colocado en una camilla hecha con ramas, levantado y cargado por la pendiente, por quince djounoud. Comienza una impresionante marcha a través del bosque, mientras dos columnas de soldados del ALN hacen guardia en la colina y en el valle para proteger la ruta que sigue la columna. El bosque es majestuoso, el cielo deslumbrante; la columna se desplaza en absoluto silencio y calma…
Se pueden escuchar disparos en el valle, más allá por el norte. Muy alto en el cielo vuelan dos aviones. La guerra está ahí, muy cerca, a la mano, y al mismo tiempo todo está en calma aquí. Una procesión de hermanos ha venido a concederle a uno de los suyos su último deseo.’ ”
Frantz Fanon, por David Macey;
Cita de “El Moudjahid”, 21 de diciembre de 1961.

El 20 de julio se cumplen 85 años del nacimiento de Frantz Fanon, una de la figuras más importantes de la lucha anticolonial moderna.

Estas líneas quieren ser un homenaje a ese gran revolucionario, cuyo pensamiento y acción siguen siendo fuente de inspiración para millones de seres humanos en todo el planeta.

Una vida breve e intensa

Entre los pensadores y luchadores anticoloniales de este siglo. Frantz Fanon es probablemente el más conocido y el que más ha influenciado a innumerables creyentes en la independencia de los pueblos.

Fanon nació en la isla de Martinica el 20 de julio de 1925. Era hijo de burgueses, uno de ocho hermanos de los cuales cinco pudieron ir a la universidad.

El desarrollo de su conciencia social se fue dando desde la temprana adolescencia, durante la década de 1940, cuando se dieron las primeras manifestaciones independentistas en Martinica, que a la sazón era colonia de Francia.

Participó en la Segunda guerra Mundial, viendo acción en el norte de África y resultando herido, lo que le valió una condecoración.

Respaldó la exitosa campaña de Aimé Césaire al Congreso de la IV República Francesa, como candidato del Partido Comunista, en el año 1945. Posteriormente, Fanon fue becado y estudió medicina en Lyon, Francia. Se especializó en psiquiatría, a la vez que fue interesándose en la situación del norte de África.

En 1952 fue asignado a trabajar como médico jefe de la clínica de Blida-Joinville, en Argelia, que era entonces la clínica psiquiátrica más importante de África. Se mantuvo allí por espacio de tres años; en 1956 renunció, mientras se hacia evidente una radicalización en su pensamiento social. Poco después fue desterrado, al descubrirse la organización clandestina a la que pertenecía en el hospital en el que laboraba.

Durante la guerra revolucionaria en Argelia, Fanon se destacó en la preparación político-militar de combatientes, como diplomático, en la redacción del periódico “Resistance Algerienne”. En el gobierno provisional de la república de Argelia, como delegado internacional y como estratega.

Como señala Renate Zahar, en su libro Colonialismo y enajenación. Contribución a la teoría política de Frantz Fanon, “…es el negro, descendiente de esclavos secuestrados, que ha regresado como luchador y teórico de la independencia africana. Simboliza tanto la unión entre las dos Áfricas tradicionales del norte y el sur del Sahara como el indispensable internacionalismo del ‘Tercer Mundo’…”.1

En 1960  a Fanon le fue diagnosticada leucemia. En ese mismo año comenzó a escribir su libro más importante, Los condenados de la tierra, obra literaria y manifiesto de lucha que fue prologada por el escritor francés Jean Paul Sartre.

Frantz Fanon falleció el 6 de diciembre de 1961, contando con apenas 36 años de edad. Sus restos descansan en Argelia.

Poco antes de su muerte y según narra Zahar en el citado libro, Fanon le decía en una carta a Roger Tsaieb: “No somos nada sobre esta tierra, a menos que seamos esclavos de una causa, la causa de los pueblos, la causa de la justicia y de la libertad”.2

Las ideas principales de Fanon están contenidas en sus libros:
-Piel negra, máscaras blancas (o ¡Escucha blanco!
-Por la revolución africana
-Sociología de una revolución ( o El año V de la revolución argelina; el título de la edición en inglés es A Dying Colonialism)
-Los condenados de la tierra

Piel negra, máscaras blancas

El libro Piel negra, máscaras blancas fue escrito por Fanon en 1952. Trata sobre el negro, su relación con el blanco, el racismo mutuo y las consecuencias que ello genera. Es más bien una obra psicológica, sobre el impacto de la dominación colonial en el colonizado, en el plano existencial, por su condición de subordinado y oprimido.

El autor presta interés especial a la lengua, la cultura y la raza como puntos de contradicción entre el colonizador y el colonizado, y como componentes fundamentales en el desarrollo accidentado de una conciencia diferenciadora—nacional— de este último.

Sobre esto afirma Fanon que, en la colonia, “…un hombre que posee la lengua posee, de rechazo, el mundo implicado y expresado por esa lengua”.3 A esto añade que, “Todo pueblo colonizado…se sitúa siempre, se encara, en relación con la lengua de la nación civilizadora, o sea, de la cultura metropolitana”. Hacer suyos los valores culturales de la metrópoli le permite “escapar de su selva”.4

Para Fanon, hablar una lengua determinada es asumir un mundo y una cultura particular. En las colonias francesas en el Caribe—luego convertidas en departamentos de ultramar—la lengua francesa equivale a nuestro español en lo que respecta a la dominación colonial europea. En ese sentido, en Puerto Rico el conflicto colonial lingüístico con el inglés se da a partir de que la lengua de los primeros conquistadores y colonizadores—el español—se ha transformado en lengua nacional y a partir de 1898 se enfrenta a la lengua de los nuevos conquistadores.

Debemos considerar, además en qué medida el imperialismo estadounidense ha logrado que el pueblo puertorriqueño haya asumido, aunque sea parcial o distorsionadamente, el mundo y la cultura metropolitanas en español y no en inglés, a la vez que desarrolla su propio mundo, su propia cultura y su propia lengua; algo parecido a las formas tradicionalmente neocoloniales de dominación aplicadas a América Latina, África y Asia.

Otro aspecto al que Fanon le asigna una gran importancia es el relacionado con la diferencia racial entre colonizadores y colonizados.

Al subrayar este conflicto, nos dice Fanon que, “En Martinica…es habitual soñar en una forma de salvación que consiste en blanquearse mágicamente…”; que, “…lo que hace falta  es la blancura a cualquier precio”.5

Francia—al igual que las demás potencias coloniales europeas excepto España—no pobló de blancos sus colonias caribeñas sino de esclavos negros, para el desarrollo de plantaciones azucareras y cafetaleras, las cuales estaban administradas por un puñado de colonizadores blancos. Esa ha sido la historia del desarrollo poblacional en Haití, Martinica, Guadalupe, San Martín y la Guayana. Por eso en el presente la inmensa mayoría de los pobladores de estas antiguas colonias son de origen africano negro.

Fanon hace referencia a la metamorfosis que sufre el negro (de Martinica o África) que va a la metrópoli francesa y cómo regresa afrancesado a su lugar de origen, despreciando a los suyos. Fanon comprende que más que un problema entre razas, es un problema humano. Por ello afirma que, “…no soy esclavo de la esclavitud que deshumanizó a mis padres”6 Entiende que lo que persigue la contradicción racial es disimular el control de la riqueza y el poder de parte de unos contra otros.

Para Fanon el blanco no es su enemigo. La nación que aspira a construir ha de partir de esta premisa:
“Yo hombre de color, solo quiero una cosa: que jamás el instrumento domine al hombre. Que cese para siempre la esclavización del hombre por el hombre, es decir, de mí por otro. Que se me permita descubrir y querer al hombre donde esté”.7

Por la revolución africana

Fanon produjo numerosos artículos durante los años 1952 a 1961, que están contenidos en el libro Por la revolución africana. Entre estos se incluyen muchas de sus colaboraciones hechas al periódico “El Moudjahid”, órgano de la revolución argelina.

Algo que está claro desde el principio para Fanon es que la cuestión nacional y de clase va sobre la cuestión racial en el análisis de las relaciones de dominación.

Él ha conocido de cerca la discriminación racial en Martinica, donde hasta antes de la Segunda Guerra Mundial los ciudadanos, en su inmensa mayoría negros, se definían como europeos frente a los africanos, que sí eran vistos como negros, en un sentido de inferioridad. Ha compartido con su compatriota Aimé Césaire, uno de los principales propulsores de la negritud y de la idea de que “ser negro es bueno y hermoso”.

Luchar contra el racismo fue uno de los compromisos vitales de Fanon, lo mismo en su tierra caribeña que en la patria adoptiva del norte de África. Para él, “La liberación del territorio nacional argelino es una derrota para el racismo y la explotación del hombre; inaugura el reino incondicional de la Justicia”.8

Su idea de la nación argelina pasa por el rechazo al mito de la llamada “Argelia francesa”, como le llamaba el gobierno francés a su colonia norafricana, invadida y ocupada en 1830. Censuró igualmente a la izquierda francesa, que aunque se manifestaba en contra del colonialismo, se resistía a reconocer el carácter nacional de Argelia y a apoyar su lucha de independencia.

Su concepción ideológica era francamente antiimperialista e internacionalista. Soñaba con unos estados Unidos de África que tuvieran como denominador común, “…la voluntad nacional contra la dominación extranjera”.9

En lo que respecta a las Antillas, se opuso firmemente a la departamentalización (anexión) de que fueron objeto Martinica, Guadalupe y la Guayana Francesa en 1946 y planteó como alternativa, la confederación de las islas del Caribe para el desarrollo de una gran nación caribeña.

Nos dice que, “…el deber de todo colonizado es precisamente en el suelo nacional, minar el edificio colonialista y sostener de modo positivo las luchas de los pueblos colonizados”. Para Fanon estaba claro que, “…la historia muestra que ninguna nación colonial acepta retirarse sin agotar todas sus posibilidades de mantener su posición”. Que “…el enemigo no retrocede jamás sinceramente, no comprende jamás. Capitula, pero no se convierte”.10

Por eso, “…se impone, con la violencia desacostumbrada, la firme decisión de los pueblos colonizados de querer para sí mismos y para sus hermanos, el reconocimiento de su existencia nacional, su existencia como miembros de un Estado independiente, libre y soberano”.11

Sociología de una revolución

El libro Sociología de una revolución nos ofrece elementos de gran importancia para comprender el contexto cultural y social en el que se va forjando la nación argelina, al calor de la guerra revolucionaria.

Una vez más, Fanon trata el tema étnico y racial, al que le adjudica una gran relevancia en la lucha anticolonial. Se refiere también al componente cultural-histórico, por ejemplo en cuanto a la participación de la mujer en la revolución, lo que tendía a chocar con las tradiciones, costumbres y convicciones religiosas de una sociedad semifeudal, islámica y patriarcal como era entonces la argelina, y a promover la democratización de las relaciones familiares.

Nos narra Fanon el choque cultural tecnológico que se dio en el pueblo argelino, mayoritariamente rural y analfabeta, en relación a la radio. El pueblo se negaba a poseer radios pues los identificaba como instrumentos del enemigo francés, que trasmitían continuamente la oficialista “Radio Argel”.

Los revolucionarios argelinos, en cambio, vieron en la radio una solución para la transmisión ideológica en una población que no sabía leer ni escribir. En 1956 surgió “Radio Argelia Libre”, lo que cambió el sentido de la radio entre el pueblo. A partir de entonces esos aparatos fueron vistos como subversivos por Francia, que llegó al extremo de prohibir su importación a Argelia, así como las baterías, necesarias pues no había energía eléctrica en las zonas rurales.

La radio desempeñó un papel de primer orden en el desarrollo ideológico, la unidad nacional, la cultura y la lengua del pueblo argelino, incluyendo el uso del francés como instrumento de lucha. Todo esto formaba parte de una, “…pedagogía revolucionaria de construcción de la Nación”.12

Otro caso revelador que nos menciona Fanon es la resistencia del pueblo a asistir al “hospital de los franceses”, a atenderse con el “médico-colonizador” en quien no confiaba. Se generó una aversión por la medicina; la ciencia se enfrentaba a la tradición. Poco a poco la medicina fue superando la superstición y el médico argelino fue visto como un aliado y no como un traidor, sobre todo en los territorios liberados donde, en palabras de Fanon, “La nación va siendo, al hacerse cargo de esos servicios”.13

Es verdad—concluye el autor—que la independencia realiza las condiciones específicas y materiales para la transformación del hombre. Pero también el cambio interior y la renovación de las estructuras sociales y familiares, imponen con el rigor de una ley el seguimiento de la nación y el florecimiento de su soberanía”.14

Los condenados de la tierra

Los condenados de la tierra es el libro más conocido de Fanon. Se ha convertido en un emblema de la lucha anticolonial. Fue escrito en víspera de su muerte temprana, en plena madurez política y revolucionaria, y cuando Argelia alcanzaba su independencia, tras un cruento y doloroso proceso revolucionario.

No es incidental que el prefacio de este libro haya estado a cargo de Jean Paul Sartre, intelectual, francés-europeo, blanco, de izquierda y aliado activo de la causa argelina. Su participación en Los condenados… constituye una reivindicación de quienes por razones culturales, nacionales, raciales o ideológicas rechazaban o miraban con desdén el proceso que se daba en la inmensa colonia norafricana desde la década de 1950.

En el Prefacio de este libro, Sartre dramatiza la condición del colonizado y la insensibilidad del colonizador, y legitima el derecho del primero a la violencia para liberarse. Sus palabras, que reconocen el surgimiento de una nación distinta en lo que se quiso que fuera una colonia y una extensión de Francia en África por siempre, son duras y han de haber estremecido a la ciudadanía francesa de entonces:
“…matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido. Quedan un hombre muerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez siente un suelo nacional bajo la planta de los pies. En ese instante la nación no se aleja de él; se encuentra donde quiera que él va…”.15

Fanon profundiza en esta ocasión en la defensa de la violencia revolucionaria organizada, con una alta dosis de conciencia social y un programa de lucha—no espontánea ni fruto del resentimiento—como herramienta principal para combatir el colonialismo y para que triunfe la nación.16

En su opinión la violencia del colonizado, al enfrentar la contradicción racial-nacional-clasista, unifica al pueblo; es de carácter nacional; desintoxica; libera al colonizado de su complejo de inferioridad; lo hace intrépido; eleva al pueblo a la altura del dirigente y le ilumina. La guerra de liberación, entonces, genera un sentido de causa común, de destino nacional e historia colectiva; de manera que, “…la segunda fase, la de la construcción de la nación, se facilita con esa mezcla hecha de sangre y de cólera”.17

Fanon teoriza sobre el desarrollo de la conciencia nacional y de la nación. Subraya la diferencia entre la formación de los estados nacionales europeos durante el siglo XVIII, en el marco del desarrollo capitalista y desde la abundancia de una burguesía próspera y arrojada, que combatió con éxito a la monarquía y se lanzó a la conquista de continentes enteros; y el surgimiento de estados nacionales en las regiones empobrecidas, saqueadas, carentes de todo, acosadas por los primeros y donde la expresión burguesa que haya podido surgir es tremendamente conservadora, cobarde y dependiente de las metrópolis industrializadas.

Por consiguiente, dice Fanon, a la hora de la independencia la opción de las naciones bajo dominación colonial no puede ser, o capitalismo o socialismo, según se han desarrollado esas ideas y se han implementado esos sistemas políticos y económicos por gentes de otras realidades históricas y sociales. Por principio de cuentas, opina Fanon, Europa es la creación del Tercer Mundo. “Las riquezas que la ahogan son las que han sido robadas a los pueblos subdesarrollados.”18 Con esa riqueza saqueada a las colonias es que se ha levantado el capitalismo moderno en Europa y otros continentes. Ha sido en Europa también donde surgieron las ideas del socialismo y donde se implementaron, con el resultado desastroso que conocemos.

Esa nación que concibe Fanon, no podrá surgir en la ciudad, en colonias eminentemente rurales, donde subsisten la esclavitud, el trueque, la servidumbre y las relaciones tribales. Por eso rechaza a los llamados partidos nacionalistas creados en las colonias africanas siguiendo el modelo “occidental”, que tienen una visión citadina y elitista de la nación por crear. En su opinión, en África habrá que pasar del tribalismo colonial al regionalismo nacional y al federalismo.

Otro elemento importante tiene que ver con las clases y sectores de clase a las cuales Fanon le asigna importancia principal en la lucha anticolonial. Primero que todos, el campesinado, que en Argelia y en general en África, es mayoritario. También exalta el rol del lumpen proletariado, como “una de las fuerzas más espontáneas y radicalmente revolucionarias de un pueblo colonizado”.19 El proletariado argelino se encontraba en estado embrionario.

Fanon no cuenta con las “burguesías nacionales” en su idea de la nación norafricana. Las ve como futuros gobernantes autoritarios y neocoloniales, como “una pequeña casta con los dientes afilados”.

Más aún, Fanon considera que el desarrollo de la conciencia nacional corre “el peligro de frustrarse por culpa de las elites nacionalistas que tomen el poder, lo que engendrará un nacionalismo incompleto, de clase”.20 De ahí que reconozca un rol protagónico sólo a “los pueblos”.

De otra parte, Fanon establece una relación recíproca entre cultura y nación. En su opinión, “…la conciencia nacional es la forma más elaborada de la culrura”.21 Consiguientemente, “…la lucha organizada y consciente emprendida por un pueblo colonizado para establecer la soberanía de la nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe”.22

Estas afirmaciones son hechas en el contexto de una sociedad altamente influenciada por una religión milenaria como el Islam, por un cultura árabe de larga trayectoria y en un período en que se exalta la negritud como valor social existencial (aunque conviene recordar que la presencia racial negra en el norte de África es menor que en la llamada “África al sur del Sahara). Sin embargo, Fanon insiste en que toda cultura es primero nacional, aunque sin obviar el carácter de clase de la misma, rechazando el concepto “cultura negra” promovido por algunos.23

Según Fanon, la cultura colonial es rígida, sedimentada, deteriorada de la misma forma que la realidad nacional. Sin embargo, ésta adquiere energía y lucidez, y se desarrolla con fuerza, en la medida en que forma parte de una lucha anticolonial que avanza. Es que la cultura es, después de todo, la expresión de una nación; existirá en la medida en que la nación exista.24

Fanon y el porvenir

Guardando las distancias necesarias e inevitables con la realidad social, racial, cultural, religiosa, política,  económica y existencial que le tocó vivir a Frantz Fanon hace más de medio siglo, su pensamiento e ideas mantienen hoy una vigencia esencial. Constituyen un reto atrevido y desenfadado a la reflexión, el análisis y la acción ante nuestra realidad colonial, desde la coincidencia y desde la diferencia con aquella experiencia argelina y africana. Ahí radican justamente el valor y la importancia de la vida y el pensamiento de este ciudadano caribeño oriundo de Martinica, que se educó en Francia, luchó en Argelia, le tocó ir a morir a destiempo en Estados Unidos y cuyos restos finalmente descansan en suelo argelino.

Ochenta y cinco años después del nacimiento de Frantz Fanon, la lucha anticolonial continúa, en contextos a la vez similares y disímiles a aquellos que éste conoció. Este año finaliza la “Segunda década por la erradicación final del colonialismo”, según proclamada por la ONU. Quedan aún numerosas colonias en el planeta, encabezadas por Puerto Rico. Mientras tanto, las grandes potencias implementan formas nuevas de dominación sobre muchos de los países que eran colonias y que alcanzaron su independencia formal, en Asia, África y América Latina.

El colonialismo sigue siendo el colonialismo, el imperialismo sigue siendo el imperialismo y la opresión sigue siendo la opresión.

El mejor homenaje que podemos ofrecer a este gran revolucionario es la continuación de la lucha, el desarrollo teórico e ideológico liberador y la erradicación total y definitiva de la dominación colonial y neocolonial de la faz de la Tierra..

Notas
1.Renate Zahar, Colonialismo y enajenación. Contribución a la teoría política de Frantz Fanon, p. 17.
2.Ibíd, p. 18.
3.Frantz Fanon, Piel negra, máscaras blancas, p. 14.
4.Ibíd, p. 15.
5.Ibíd, p. 47.
6.Ibíd, p. 296.
7.Ibíd, p. 298.
8.Frantz Fanon, Por la revolución africana, p. 69.
9.Ibíd, p. 222.
10.Ibíd, p. 222.
11.Ibíd, p. 133-134.
12.Frantz Fanon, Sociología de una revolución, p. 176.
13.Ibíd, p. 150.
14.Ibíd, p. 150.
15.Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, p. 25.
16.Ibíd, p. 87.
17.Ibíd, p. 58. Porque, después de todo, “el colonialismo…es la violencia en estado de naturaleza y no puede inclinarse sino ante una violencia mayor”. Esa fue la experiencia concreta en Argelia, frente al colonizador francés.
18.Ibíd, p. 96.
19.Ibíd, p. 127.
20.Ibíd, p. 162.
21.Ibíd, p. 141.
22.Ibíd, p. 227.
23.Ibíd, p. 226.
24.Ibíd, p. 215. Quiere decir que la lucha por la cultura nacional es primero que todo la lucha por la liberación de la nación colonizada, “…matriz material a partir de la cual resulta posible la cultura”.
*Versión revisada y ampliada del ensayo “Frantz Fanon y la cuestión nacional”, contenido en el libro “La guerra de las banderas”. La cuestión nacional en Puerto Rico. Río Piedras, Editorial Cultural, 2002.182 p.

Fundación Juan Mari Brás

 

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