Escrito por Alejandro Torres Rivera
Apuntes para el estudio del desarrollo del movimiento obrero puertorriqueño entre 1898 y 1940: una reflexión preliminar
Sugerir como base de la discusión el desarrollo económico, político y social de Puerto Rico, desde la llegada de los norteamericanos, hasta la década de 1940 supone una tarea de síntesis que no siempre es posible acometer con éxito. Más aún, pretender presentar a un grupo de trabajadores una síntesis de este periodo histórico dentro del marco del tiempo limitado que nos provee este tipo de seminario, donde sabemos será intensa la cantidad de datos que pretendemos les llegue como parte del proceso de educación sindical, es tarea por demás difícil. Sin embargo, si pretendemos identificar hacia dónde debemos dirigirnos en el desarrollo de nuestras estrategias de lucha sindical, justo es conocer la historia de aquellos y aquellas que nos precedieron en sus luchas de manera que no solo inspiren las actuales, sino que en sus aciertos y desaciertos encontremos lecciones que nos sirvan para nuestras tareas futuras. Por eso la historia hay que conocerla, sabiendo que en ocasiones, la primera vez, los hechos se nos presentan como verdad, la segunda, como tragedia.
Condiciones existentes en el país a finales del Siglo XIX:
Los años transcurridos entre el momento de la Invasión de Estados Unidos a Puerto Rico y el inicio de la década de 1940, constituye un período crítico en nuestra historia. En él se establecen los cimientos de los diferentes modelos de dependencia económica, política e ideológica en nuestro país. Para entender los mismos resulta necesario ubicarnos en lo que era el contexto socio económico de Puerto Rico al cierre del siglo pasado.
Algunos datos que ilustran las condiciones prevalecientes al momento de la Invasión, son los siguientes: de una población cercana a un millón de habitantes, el 21.4% residía en zonas urbanas, mientras el 78.6% lo hacía en zonas rurales. La fuerza de trabajo, compuesta mayormente por campesinos, era virtualmente analfabeta. De hecho, a la altura de 1899, el analfabetismo en el país alcanzaba el 79.6% de la población.
En ese Puerto Rico al cual nos referimos, en el grupo de trabajadores asalariados que lo componían 657,738 personas, incluyendo niños, tan solo la mitad tenía un empleo regular. En el país solo el 11.8% de la población sobrepasaba los 45 años.
La mayoría de los que trabajaban estaban sujetos a un jornal diario. En las plantaciones de azúcar era entre 35 a 50 centavos en moneda provincial, aunque en el caso de las mujeres y los niños, el mismo era entre 25 a 30 centavos. Los trabajadores del tabaco tenían un ingreso de 40 centavos, mientras los del café 25 centavos. Las jornadas de trabajo eran desde el amanecer hasta el anochecer. Los empleados diestros, que eran más afortunados, devengaban un ingreso de 60 a 75 centavos.
La vestimenta del campesino, en el mejor de los casos, la componían dos mudas de ropa, aunque en el caso de los niños, era usual que estuvieran desnudos. De la población existente, 700 mil carecían de zapatos, 150 mil los usaban esporádicamente, y solo 50 mil de manera permanente. No existían sistemas sanitarios, la dieta era pésima y las condiciones de vivienda no eran mejores. Véase Gonzalo F. Córdova, Santiago Iglesias: Creador del Movimiento Obrero de Puerto Rico, Capítulo 1, págs. 13-19.
Las primeras manifestaciones de organización obrera en Puerto Rico las encontraremos años antes. Estas primeras expresiones se encuentran vinculadas a organizaciones de asistencia mutua y solidaridad, como también a aquellas con fines recreativos desarrolladas por parte de los grupos artesanales que ya, desde 1868, existían en el país. La realidad de un movimiento obrero con características más clasistas, sin embargo, surge ya en las postrimerías del siglo XIX.
Hacia el cierre del siglo XIX existe una correspondencia en tiempo en tres eventos que marcarán el inicio del desarrollo de un verdadero movimiento obrero visto éste como fuerza social y política: el primero de ellos, la llegada a Puerto Rico de Santiago Iglesias Pantín el 26 de diciembre de 1896; el segundo de ellos, la instalación del Gabinete Autonómico, resultante de la Carta Autonómica del 25 de noviembre del 1897, el 11 de febrero de 1898; y finalmente, el inicio de la hostilidades militares en Puerto Rico a raíz de la Guerra Hispano-cubano-americana de 1898 y el eventual cambio de soberanía entre el poder colonial español y el estadounidense.
La presencia de Santiago Iglesias Pantín y su importancia para el movimiento obrero
Iglesias Pantín llega al país precedido por un historial de militancia obrera dentro de las corrientes anarco-sindicalistas en boga en España a partir del año 1868. El anarquismo, de donde tiene origen esta corriente, constituyó inicialmente una de las principales tendencias del pensamiento socialista que convergían en la Asociación Internacional de los Trabajadores, también conocida como la “Primera Internacional Comunista”. Su influencia en España fue tal que al surgir en 1873 la polémica al interior de dicha Asociación entre las propuestas de acción impulsadas por Bakunin frente a aquellas defendidas por Marx y Engels sobre el papel del movimiento obrero, la Sección española tomó partido por el sector bakunista o anarquista. El anarquismo como tal impulsa la tesis de la absoluta libertad del individuo, la abolición de la propiedad privada y del Estado. Plantea un rechazo categórico a todo tipo de autoridad.
La palabra “anarquismo”proviene del griego anarchia, que significa “sin principio, sin autoridad”. Como tal, esta corriente niega el papel del Estado como estructura organizadora de la sociedad.
El anarco-sindicalismo por su parte, atribuía a los sindicatos un papel fundamental en la lucha emancipadora de los trabajadores, en la revolución social y en la creación de una nueva sociedad que fuera capaz de reemplazar a la sociedad capitalista. Mientras considera a los sindicatos como la única expresión de organización de la clase trabajadora, rechaza así la necesidad de que los trabajadores se organicen en un partido del proletariado con miras a la toma del poder gubernamental para así, desde el control del Estado, promover leyes que transformen las condiciones materiales de vida de la clase obrera. Dentro de sus principios esenciales, propugnaba por el apoliticismo respecto a los partidos tradicionales, por la acción directa en la cual los trabajadores resolvieran a través de la negociación colectiva con los patronos, sin mediación del Estado, sus conflictos. Para esta corriente del pensamiento anarquista, la “huelga general” constituía el instrumento de cambio idóneo en la sociedad.
Tanto para anarquistas como comunistas, los obreros no tenían por qué guardarle lealtades a conceptos tales como “ la patria”o “ la nación”. Tales visiones, a juicio de ellos, tan solo eran el producto de la ideología burguesa en la sociedad dirigidas a perpetuar la dominación del capital y a dividir a los trabajadores en el plano de la lucha de clases. La única lealtad reconocida era la de su clase; la única patria reconocida por los trabajadores era su centro de trabajo. De ahí que en el Iglesias Pantín que llega a nuestras costas en 1896, ni las lealtades a la Corona Española; ni la lealtad al país que le acogía desde el punto de vista nacional y de sus nuevas instituciones; ni la lealtad al poder económico entonces en manos de hacendados y comerciantes extranjeros o peninsulares, fuera un factor político de importancia que le hiciera distinguir entre españoles, criollos, o estadounidenses, en el contexto de un futuro conflicto político y militar entre las potencias imperialistas que representaban en aquel momento Estados Unidos o España.
Es por esto que al sobrevenir apenas unos catorce meses después de su llegada la instalación de un Gabinete Autonómico, constituido mediante la Carta Autonómica de 1897, para Iglesias, dicho cambio no presentaba un evento de real importancia. El nuevo Gobierno no conllevaba modificaciones que implicaran rupturas políticas en las relaciones de España respecto a Puerto Rico.
Desde el punto de vista económico, lo cierto es que dicho cambio por sí mismo, es decir la llegada de un gobierno autonómico, tampoco significaba una modificación en las relaciones de producción, ni un mejoramiento en las condiciones materiales de vida de los sectores trabajadores del país.
Esta percepción vino a ser corroborada por Iglesias el 25 de marzo de 1898, cuando tiene efecto en San Juan la primera demostración obrera de carácter público convocada por trabajadores organizados en Puerto Rico. Allí, alrededor de 3 mil trabajadores reunidos en el Teatro Municipal, demandaron del nuevo Gobierno Autonómico el reconocimiento de sus derechos civiles, políticos y sociales. Esta Asamblea, sin embargo, fue disuelta por orden del entonces Ministro de Gobernación, el Sr. Luis Muñoz Rivera.
Hay quien indica que esta actitud de Muñoz Rivera era indicativo del distanciamiento existente entre los intereses económicos defendidos por Gobierno Autonómico de una parte y los sectores trabajadores, en particular los urbanos, de otra. La misma contribuía a sembrar en la conciencia de los trabajadores en relación al nuevo gobierno autonómico, la misma suspicacia y falta de confianza que antes tenían en relación al ejercicio colonial directo por parte del Gobierno Español.
El 1ro. de mayo de 1897 había visto la luz el primer periódico obrero en Puerto Rico, titulado “Ensayo Obrero”, en cuya dirección se encontraba Iglesias Pantín junto a otros de sus compañeros. El “Grupo de Estudios Sociales “, nos indica Córdova en la citada obra, “era el foro creado para ofrecer conferencias y en el cual se discutía sobre las ideas de reivindicación social y la personalidad del trabajo...” Igualmente en esa fecha se celebró en San Juan, por primera vez, el Día Internacional de los Trabajadores.
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Foto: Jack Delano
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