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El futuro del Kurdistán: una reflexión a la luz de dos importantes ensayos publicados en la revista 'Foreign Affairs'

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No es usual que en dos números consecutivos la prestigiosa publicación dedicada al examen de las relaciones internacionales, Foreign Affairs, le haya dedicado en dos importantes artículos a la situación en torno a la región del Kurdistán en sus últimas dos ediciones, ello en el marco de los desarrollos político-militares en Turquía, la República Árabe Siria, Iraq y la República Islámica de Irán. Paralelo con este asunto se encuentra la reciente y sorpresiva decisión anunciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a finales del pasado año de retirar prácticamente la mayor parte del personal de combate estadounidense ubicado en la frontera entre Siria, Turquía e Iraq, a pesar de que, apenas unos meses antes, informaba que los militares estadounidenses no serían retirados hasta la destrucción final de ISIS y el restablecimiento de paz en la región.

 

Los dos artículos, el primero es el correspondiente a la edición de marzo-abril de 2019, titulado The Kurdish Awakening: Unity, Betrayal, and the Future of the Middle East, de la autoría de Henri J. Barkey, profesor de relaciones internacionales de la Lehigh University y “Adjunct Senior Fellow” para estudios sobre el Medio Oriente en el Concilio de Relaciones Exteriores; el segundo, corresponde a la edición de mayo-junio de 2019, titulado Hard Truths in Syria: America Can’t Do More Whith Less, and It Shouldn’t Try, escrito por Brett McGurk, quien fuera el “Enviado Especial del Presidente de Estados Unidos para la Coalición Global contra ISIS” desde octubre de 2015 a diciembre de 2018. En él se nos presenta un panorama real de la improvisación con la cual ha actuado la actual presidencia de Estados Unidos en cuanto a decisiones relacionadas con sus políticas hegemónicas globales y sus contradicciones con funcionarios a cargo de su implantación.

 

Ambos escritos tienen por telón de fondo varios escenarios relacionados con la lucha de Estados Unidos contra el Estado Islámico; su construcción de alianzas en la región con fuerzas regulares e irregulares ubicadas el territorio; las relaciones de Estados Unidos con sus aliados occidentales; sus relaciones con países vecinos; la intervención de otras potencias globales o regionales dentro del conflicto; y el contexto global de la llamada lucha contra el terrorismo en el Medio Oriente. Detrás de lo anterior, los autores discuten el drama del pueblo kurdo y sus decenas de millones de habitantes dispersos entre varios estados nacionales de la región y sus aspiraciones por la creación de un estado nacional independiente.

 

En nuestro país, y posiblemente en otros países de nuestro hemisferio, se conoce muy poco sobre qué es el Kurdistán. Se trata una región localizada en el Medio Oriente que abarca una superficie distribuida en 190,000 kilómetros cuadrados en lo que hoy es Turquía; 125,000 kilómetros cuadrados en lo que hoy es la República Islámica de Irán; 65,000 kilómetros cuadrados en lo que hoy es Iraq y 12,000 kilómetros cuadrados en la República Árabe Siria; todo ello para una superficie de 392,000 kilómetros cuadrados en estos países, a lo que se suma una porción mucho más pequeña de territorios que se encuentran dentro de las fronteras de Armenia y algunas ex regiones autónomas o repúblicas de la extinta Unión Soviética, como son Chechenia y Azerbaiyán.

 

Los kurdos, como se denominan los pobladores de este vasto territorio, se asentaron en la región hacia el año 3,000 A.C. siendo entonces conocidos como sumerios. Los kurdos fueron originalmente un pueblo integrado por grupos nómadas y agricultores. Hoy día, en su mayoría, son pobladores de aldeas y ciudades. Su población se estima en 45 a 50 millones de los cuales más de la mitad vive dentro de las fronteras de Turquía. Su estructura social básica se basa en clanes. El Kurdistán es una región muy rica en recursos naturales, lo que gran medida ha determinado su actual situación. Del Kurdistán turco, por ejemplo, se extrae la totalidad del petróleo del cual depende este país; en el Kurdistán iraquí se encuentra el 40% de las reservas de petróleo de Iraq; en el Kurdistán sirio de encuentra la totalidad del petróleo del cual depende la República Árabe Siria; y en el Kurdistán de la República Islámica de Irán, si bien se encuentra sólo el 10% del petróleo que consume este país, en su subsuelo se encuentra uno de los mayores depósitos de gas natural de la zona.

 

Tras la terminación de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras de la contienda decidieron repartirse el control de los territorios ocupados por el Imperio Turco-Otomano, que desde el Siglo XIV dominaba la región. Tras las negociaciones desarrolladas por las potencias Aliadas que culminaron en el “Tratado de Sévres”, los kurdos lograron formalmente el reconocimiento de su independencia, recomendándose la creación de un Estado político kurdo en una cuarta parte del territorio de Anatolia (que a su vez representaba apenas una tercera parte del territorio del Kurdistán). Este, junto a Armenia, quedarían bajo la administración de Estados Unidos en calidad de “mandato” reconocido por la Sociedad de Naciones. De igual manera, en la repartición efectuada, los territorios de Palestina, Turquía, Iraq e Irán quedarían bajo el “mandato” de Inglaterra; mientras Siria y Líbano quedarían bajo “mandato” francés.

 

Este Tratado, en lo concerniente a la creación de un Estado kurdo, nunca se materializó en gran medida por la negativa del general Mustafá Kemal Atatürk, héroe turco de la Primera Guerra Mundial durante la Batalla de Galípoli y dirigente del Movimiento Nacionalista Turco, de aceptar la dominación extranjera en Turquía. Apelando al elemento religioso, Kemal logró unificar a turcos y kurdos en rechazo a la dominación inglesa, forzando así el “Tratado de Lausana”, de donde surge el 24 de julio de 1923 la independencia de Turquía. Como resultado del Tratado, se desvaneció la posibilidad de un Estado político kurdo en la región de Anatolia, quedando así la población kurda subsumida como parte de la población turca.

 

Desde el año 1923 y tras la creación de Turquía, el pueblo kurdo ha resistido y reclamado su derecho a la independencia. Lo mismo ha ocurrido con los kurdos diseminados en Iraq, la República Islámica de Irán y la República Árabe Siria. Sus principales movimientos independentista a lo largo de décadas han sido los siguientes: el Partido Democrático del Kurdistán y la Unión Patriótica del Kurdistán en Irán e Iraq; y en Turquía, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y su brazo armado, las Fuerzas de Defensa Popular; y el Frente de Liberación Nacional del Kurdistán.

 

Entre 1925 y 1965 amplias zonas del sureste de Turquía fueron declaradas por su gobierno “zonas militares”, prohibiéndose el acceso a extranjeros. Allí el gobierno turco desarrolló una fuerte campaña contra la población kurda, que incluyó la destrucción de miles de aldeas y pueblos; numerosas ejecuciones sumarias; y enfrentamientos militares con los combatientes kurdos que llevaron a la movilización de hasta 200 mil tropas turcas contra unidades irregulares del PKK. Desde 1984 hasta años previos a la amenaza de ISIS en la región, los enfrentamientos entre kurdos y turcos habían conllevado la muerte de cerca de 37 mil personas. Más de un millón de kurdos forman hoy parte de una diáspora mayormente localizada en Europa.

 

En el caso de Turquía, la lucha que encabezó el Partido de los Trabajadores del Kurdistán desde su fundación en 1978, aunque ya desde 1973 venía gestándose la misma, a diferencia de las organizaciones que han dirigido la lucha de los kurdos en países como Iraq o Irán, fue orientada a establecer un Estado socialista. En 1999 su principal dirigente, Abdullah Öcalan, fue capturado y condenado a cadena perpetua por delitos de terrorismo y separatismo. A pesar de ser originalmente promotor de la lucha desde el año 1984, a partir del año 2015 Öcalan solicitó de su Partido la revisión de su estrategia de lucha. Para ello promovió la convocatoria a un Congreso Extraordinario para revisar “las estrategias y táctica políticas y sociales acordes con el espíritu de una nueva era.” De hecho, ya para el año 2013 el propio Öcalan había solicitado a su organización un alto al fuego, ello en el marco de negociaciones de paz dirigidas, no a la independencia del Kurdistán turco, sino a conformar un Estado confederal entre Turquía y el Kurdistán.

 

El gobierno turco, sin embargo, ha mantenido su posición hacia la población kurda, aunque en el pasado reciente los eventos han dado un nuevo giro a partir de la lucha de los kurdos frente a las pretensiones expansionistas del Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIS por sus siglas en inglés) en lo que consideran su territorio, tanto en Siria como Iraq.

 

En el plano religioso, la población kurda es mayoritariamente musulmana dentro de la corriente sunita, aunque también los hay chiitas, sufíes, y en menor medida, cristianos y judíos. La lengua que habla gran parte de la población es el kurdo, aunque existen diversos dialectos de los cuales los dos principales son el Kurmanji y el Sorani. Donde único tiene reconocimiento oficial el idioma kurdo es en la Región Autónoma Kurda de Iraq, aunque más recientemente, ha habido alguna tolerancia a que se enseñe en universidades y mediante cadenas de televisión. El desarrollo del idioma kurdo se percibe como uno de los mecanismos de afirmación nacional. De hecho, en el caso de Turquía, el uso del kurdo fue oficialmente prohibido reconociéndose sólo el turco y el árabe. Allí incluso, las canciones y libros escritos en kurdo fueron igualmente prohibidos, borrándose las palabras kurdas de los textos de historia y diccionarios.

 

En el caso de la porción norte de Iraq, conformado por tres provincias (Dohuk, Erbil y Sulaymaniyah), residen unos ocho millones de kurdos. Allí se estableció en 1992 el Gobierno Regional del Kurdistán. El mismo contaba con un presidente, un primer ministro, un parlamento unicameral y 20 ministerios. Desde 2005 se reconoció en la Constitución de Iraq este gobierno regional. Esta región que se vio beneficiada por la Guerra del Golfo de 1990-91 cuando el gobierno estadounidense estableció sobre tales provincias una “Zona de Exclusión Aérea” (ZEA), lo que facilitó la creación y desarrollo de tal gobierno regional. Indica Barkey en su escrito citado, que tal realidad no solo proveyó un impulso sicológico en los kurdos de que sí eran posibles sus aspiraciones de gobierno propio, sino que, además, legitimó la existencia de instancias de gobierno kurdo ante otros países, incluyendo Turquía, que en el año 2010 abrió en Erbil, la capital kurda, un consulado; y luego en 2012, negoció un acuerdo para la construcción de una tubería para el transporte de petróleo crudo desde el Kurdistán hasta el Mar Mediterráneo. Esta tubería ya para el año 2018 transportaba 400 mil barriles de petróleo al día.

 

La población kurda en Iraq representa el 15% de sus habitantes. Actualmente se considera como la porción “más estable y Segura en el Medio Oriente”, a pesar de que su capital está localizada apenas a 400 kilómetros de Bagdad. En el subsuelo de esta región se encuentran 45 mil millones de barriles de petróleo, lo que ha sido fuente de controversias entre el gobierno central y el gobierno regional. Este último reclama su derecho a exportar el petróleo sin la intervención del gobierno central, lo que colocaría al Kurdistán iraquí como el noveno a nivel mundial en reservas de este recurso natural a diferencia de hoy, donde el petróleo se considera iraquí. Hoy el gobierno kurdo tan sólo recibe el 17% de los ingresos derivados de su producción.

 

Señala Barkey que, al presente, el proyecto general de los kurdos es esforzarse por ganar autonomía cultural y algún grado de gobierno propio.

 

En las negociaciones habidas en el año 2017 en Astana, Barkey señala que la Federación Rusa sugirió dos importantes concesiones para los kurdos: la primera, que la palabra “Árabe” dejaría de figurar en el nombre oficial de Siria como estado político; la segunda, la creación de una región culturalmente autónoma en las provincias del norte de Siria, donde los niños serían educados en los idiomas kurdo y árabe. Tales concesiones, sin embargo, fueron rechazadas en aquel momento por Siria. La experiencia más reciente en la lucha contra ISIS, sin embargo, abría la oportunidad de que los kurdos, dado su respaldo de parte de Estados Unidos y la presencia militar de dicho país en la región, pudieran permitir negociar algunos términos con Siria favorable a tales objetivos. La retirada de Estados Unidos en la región, sin embargo, complica la situación.

 

Por su parte McGurk, en el escrito citado, con la autoridad que él mismo se atribuye indicando que permaneció por espacio de 4 años dirigiendo la “respuesta global” a ISIS, que incluyó la creación de una coalición de 75 países y cuatro organizaciones internacionales afines a los intereses de Estados Unidos, la decisión del presidente Donald Trump de retirar 2 mil soldados de “fuerzas especiales” de su país en Siria, las cuales luchaban junto a una coalición de más de 60 mil combatientes sirios de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), descarriló la estrategia de su país. Señala que el esfuerzo en el cual él había trabajado en esos años, era la única estrategia real que había para obtener los objetivos de Estados Unidos en Siria. Con la retirada de la mayoría de las tropas de estadounidenses, McGurk anticipa el resurgimiento de ISIS. Para el autor, la presencia militar de Estados Unidos en Siria había aportado, también, la neutralización de los planes de la República Islámica de Irán de establecer una presencia fuerte en la región contra Israel, a la vez que habría frenado las ambiciones expansionistas de Turquía; así como posibilitado un acuerdo “post guerra” con la Federación Rusa.

 

De acuerdo con McGurk, para septiembre de 2014, ISIS había llegado a controlar 40,000 millas cuadradas del territorio localizado entre Iraq y Siria. Entre los años 2013 y 2017, señala, más de 40,000 efectivos provenientes de más de 100 países llegaron a la región para sumarse a ISIS. Las operaciones de la coalición que él coordinó contra ISIS, en cuatro años, llevó al califato que pretendió crear en la zona a perder prácticamente todo el territorio que controlaban.

 

A pesar de que meses antes, los voceros del gobierno de Estados Unidos indicaban que no retirarían sus tropas de Siria hasta que se diera la derrota final de ISIS, se destruyera el califato que pretendieron crear y se asegurara el territorio; el anuncio por parte de Trump el 11 de diciembre de 2018, ordenando el retiro de las tropas sin que mediaran consultas previas, le llevaron a renunciar el 22 de diciembre a su cargo.

 

La decisión final del presidente Trump hecha pública posteriormente, fue dejar en Siria un contingente de 200 efectivos militares localizados en dos zonas; una localizada al Este de Siria y colindante con Turquía e Iraq; otra mucho menos extensa, localizada al Sur, fronteriza con Iraq y Jordania. Este componente de tropas, sin embargo, a juicio de McGurk son insuficientes para atender las posibles contingencias bélicas que se puedan desatar en el futuro. Señala el autor que la nueva estrategia de Estados Unidos conducirá a una ampliación del interés de la República Islámica de Irán por ampliar su influencia en el área; y que el discurso que Estados Unidos mantiene al presente sobre Irán, al menos en lo que a Siria respecta y su presencia en dicho país, no es ni fue realista.

 

En cuanto al interés expansionista de Turquía en la región norte de Siria, indica McGurk, que no se ha desvanecido. Por el contrario, Turquía rechaza el acercamiento de Estados Unidos con sectores en Siria controlados por el PPK, por lo que la retirada de Estados Unidos de estas provincias norteñas de Siria, podría en lo inmediato conllevar un incremento en el deseo de Turquía de ocupar su propio espacio en la región. Entiende el autor, que lo mejor que podría hacer Trump en estos momentos, es revertir su orden de salida de tropas estadounidenses de Siria; a la vez que previene o pronostica un posible acercamiento de Turquía con la Federación Rusa y la República Islámica de Irán.

 

Williams J. Burns, un ex diplomático de carrera estadounidense por más de 33 años y quien fuera Sub Secretario de Estado entre 2011 y 2014, en su artículo publicado en Foreign Affairs en su edición mayo-junio de 2019 titulado The Lost Art of American Diplomacy: Can the State Department be Saved?, destaca el fin del dominio de la diplomacia estadounidense en el mundo. Indica que el avance que su país había alcanzado a escala mundial, se ha venido abajo con la llegada de Donald Trump a la presidencia. Señala que la manera en que Trump concibe la diplomacia, es “narcisista y no institucional”, por lo que hace un llamado a retornar a los fundamentos bajo los cuales Estados Unidos desarrolló en el pasado su política diplomática. Para ello, indica, Estados Unidos debe “reinventar su diplomacia”, colocando en el Departamento de Estado “nuevos énfasis” en el diseño, sus capacidades y sus destrezas de negociación para aquellos que asumirán tales responsabilidades de cara al futuro. La diplomacia de Trump, indica, ha hecho un daño sustancial, pero también, convoca a un serio esfuerzo de renovación.

 

La situación en el Medio Oriente, indicamos nosotros tomando en consideración las expresiones de Burns, sigue siendo un laboratorio de práctica para todas las partes en los esfuerzos por buscar una salida no militar que, al presente, todavía no se avizora claramente.

 

La realidad es que, en lo que concierne a la situación del pueblo kurdo, la posibilidad de forzar en el futuro inmediato un estado nacional que abarque la totalidad de países donde hoy se distribuye la población de esta nacionalidad, no aparenta estar dentro del radar de ninguno de los Estados nacionales involucrados en el conflicto; es decir, no es en estos momentos realizable. Sin embargo, hoy día sí tiene muchas más posibilidades que ayer, el reclamo de una mayor autonomía cultural y territorial para los distintos componentes del pueblo kurdo; y en el plano político, mayores poderes políticos de autogobierno.

 

Para empujar el proceso, el reclamo de meras reformas no será suficiente. Factores tales como la manera en que se resuelva al final del día la situación político-militar en Siria y cómo, dentro de este tablero, se desarrollen las posiciones de Turquía, Iraq y la República Islámica de Irán en este conflicto regional, serán de cardinal importancia en años por venir. Se trata de escenarios que, como en el tablero de ajedrez, cada ficha tiene su propia lógica de movimiento, tanto entre los pueblos de los territorios como entre las potencias ajenas a éstos que participan directa o indirectamente de la jugada.



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