Escrito por Héctor L. Pesquera Sevillano / Copresidente del MINH
“Ni ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca,
nuestra Patria dejará de ser nuestra” (Eugenio María de Hostos)
La crisis económica, social, política y estructural por la que atravesamos, ¿retrasará o adelantará la solución del problema colonial de Puerto Rico?
El cacareado discurso de los colonialistas, sobre todo en el sector más conservador del PPD, de que lo que hay que atender son los problemas económicos del País, el desempleo y la inseguridad en las calles, se desempolva nuevamente ante el planteamiento centenario de que para sobrevivir como sociedad necesitamos de los poderes soberanos que nos han sido conculcados por Wáshington.
Sin abandonar las medidas de sobrevivencia necesarias –combatir la corrupción, el despilfarro, la dependencia y la ineptitud- si nos entretenemos poniéndole parches a la estructura colonial, estaremos dándole respiración artificial al moribundo estatus de subordinación política en que nos encontramos. Esto ha sido precisamente el impedimento histórico que hemos arrastrado para tomar las medidas valientes que requieren estos tiempos de crisis.
La invasión militar a Puerto Rico del 1898 que llevó a cabo Estados Unidos para asegurar sus intereses geopolíticos en la región del Caribe, fue la primera etapa de la presente era colonial. Luego de la ocupación militar de la isla, en la década del 1930 se instaló en el territorio ocupado el Tribunal de Estados Unidos en Puerto Rico, cuyo propósito principal fue reprimir al creciente movimiento nacionalista que se vivía en la isla y asegurarse de castigar a los que atentaran contra los intereses económicos y militares de Estados Unidos en la nación ocupada. Los dueños de la centrales azucareras y los inversionistas extranjeros necesitaban ese instrumento para sentirse cómodos, más aún ante las huelgas y los reclamos de los trabajadores de la caña.
Ahora el colonialismo se viste de otra forma: se disfraza de un comité de “expertos” de la Casa Blanca que viene a “asesorar” al Gobierno de Puerto Rico de cómo debe atender la crisis económica, claro está, dentro del marco constitucional de Estados Unidos. Puerto Rico ya no les interesa como un enclave militar para Wáshington. Al menos no como le interesó en el 1898. El ejército ya no necesita soldados para garantizar sus intereses militares en la región. Ahora lo que les importa, más que nada, es defender sus intereses económicos. Puerto Rico es un mercado cautivo que le genera a los dueños del capital que han invertido en la isla, unas ganancias anuales de $36,000 millones.
El Comité Asesor de Wáshington se presenta a la isla con una desfachatez, falsa representación e hipocresía espantosas. Son unos carifrescos. Como si la explotación colonial a la que hemos sido sometidos por ellos durante los pasados 115 años no tuviera nada que ver con la quiebra del apartado colonial. Como si la destrucción sistemática de la agricultura en la isla y la dependencia extrema en que nos han sumido no fuera parte de un plan preconcebido para esclavizarnos de sus productos; como si las llamadas Leyes de Cabotaje, que no son otra cosa que un impuesto imperial a la navegación, no tuviera nada que ver con el alto costo de visa en Puerto Rico; como si las grandes cadenas establecidas en gigantescos centros comerciales no tuviera nada que ver con la quiebra de miles de medianos y pequeños comerciantes en los cascos urbanos; como si la intervención de la mal llamada Corte Federal no tuviera nada que ver con la quiebra de las farmacias de comunidad o con la quiebra de decenas de ganaderos al favorecer a los inversionistas extranjeros con sus imposiciones judiciales; como si la prohibición de que podamos establecer relaciones comerciales con otros países vecinos no tuviera que ver con la incapacidad del gobierno colonial de salir de la insolvencia. Como si la debacle fuera responsabilidad exclusiva de la ineptitud, incompetencia y la mediocridad de los puertorriqueños para atender sus asuntos.
No vamos a negar que la incompetencia, la corrupción y el despilfarro hayan abonado al deterioro social y económico. Eso podemos estipularlo. Pero ese factor es minúsculo, insignificante, al compararlo con el saqueo a que hemos sido sometidos por más de cien años. Pero ese Comité no viene a bregar con el saqueo imperialista que viene ocurriendo en su colonia caribeña. Viene a asegurar que las medidas que se tomen no vayan a atentar contra los intereses de sus inversionistas en la isla.
En un gesto vergonzoso los voceros del gobierno colonial le dan la bienvenida al equipo de intervención enviado por Casa Blanca en lugar de señalar responsabilidades y exigir con dignidad que se le ponga fin al sistema colonial imperante y se viabilice la reconstrucción de la economía nacional.
Quienes sostengan que tenemos que posponer la discusión del estatus para atender la crisis económica y social en que nos encontramos se hace cómplice del imperialismo o se pierde ante el árbol sin poder mirar el bosque, o ambas cosas. No sigamos dándole vueltas a la noria. Como decía Juan Mari Brás, cuyo natalicio celebraremos el 2 de diciembre, “la colonia es ingobernable”.
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