Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Catedrático UPR-RP
Una vez más suenan los tambores de guerra en la península de Corea. Resurgen las amenazas y los cañonazos de parte y parte.
Es una historia larga, que data de hace más de siete décadas. Es un remanente de la llamada Guerra Fría, que surgió tras el final de la Segunda Guerra Mundial y el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
El pueblo coreano estuvo sometido a la dominación colonial por el imperio japonés, desde 1910. Desde la década de 1930 se libró en la península coreana una lucha armada por la independencia, encabezada por la fuerzas político-militares que años después dirigirían el gobierno del norte de Corea.
Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividida: el norte, controlado por las fuerzas socialistas que habían luchado por la independencia, y el sur, ocupado por las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Entre 1950 y 1953 hubo en la península coreana un conflicto armado que desembocó en una condición de beligerancia que dura hasta nuestros días. Técnicamente hablando, todavía la República Popular Democrática de Corea (RPDC, norte) y Corea del Sur-Estados Unidos, están en guerra.
En tiempos recientes la tensión mayor, según manifestada por el gobierno de Estados Unidos, se ha debido a los continuos ensayos balísticos realizados por la RPD de Corea. Washington alega que Pyongyang está violando acuerdos internacionales sobre proliferación de armas atómicas y poniendo en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos. La RPD de Corea afirma, por su parte, que tiene derecho a producir el armamento necesario para defenderse de la continua agresión y amenazas provenientes de Corea del Sur, de los más de 20 mil soldados estadounidenses estacionados en ese país y del incontable armamento ubicado allí y enfilado hacia el norte.
Es cierto que en 1968 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y que posteriormente se han aprobado otros tratados en sentido similar. Pero también es cierto que casi dos décadas después de la firma de ese Tratado, según la ONU, hay en el planeta14,935 armas nucleares; y que el 93 por ciento de las mismas -13,890- ubican en los arsenales de Estados Unidos y Rusia. Que entre los países poseedores de armas nucleares se encuentran Reino Unido, Francia, China, India y Pakistán; y que Israel posee un arsenal de armas atómicas con el beneplácito e, incluso, el financiamiento de Estados Unidos.
¿No parecería que en vez de formar una garata con los cohetes de la RPD de Corea, debiéramos estar preocupados por las más 6,000 bombas atómicas situadas en Estados Unidos, de las cuales quién sabe cuantas han pasado por las bases estadounidenses ubicadas en Puerto Rico? ¿Por qué tenemos que asumir como normal e inofensivo que ese puñado de países, encabezado por Estados Unidos y Rusia, mantengan armas atómicas capaces de destruir el planeta muchas veces? ¿Máxime cuando ha sido precisamente uno de ellos, Estados Unidos, el único que las ha utilizado, causando muerte y destrucción en Hiroshima y Nagasaki?
Si hablamos de desnuclearización, debemos exigir la desaparición absoluta de dicho armamento. Si la RPD de Corea no tiene derecho a poseer armas nucleares, nadie debe tener derecho a poseerlas. Lo que es igual no es ventaja. Después de todo, lo que está en juego es la seguridad de la humanidad.
En cuanto a la península coreana, la reunificación de las dos Coreas sigue siendo un objetivo no cumplido. Ese, como desde siempre, es el camino a la paz verdadera. La reunificación fue posible en Vietnam y Alemania. ¿Por qué no en Corea? (El Vocero)
Columnas
- La elección del Donald Trump
- Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2024 condenando el Bloqueo a Cuba
- Las elecciones presidenciales en Uruguay: el Frente Amplio se enfrenta al Partido Nacional en una segunda vuelta
- La XVI Cumbre del BRICS realizada en la Federación de Rusia
- El “Conflicto” y el “Cambio”: retos y transformaciones de lucha ante la ofensiva neoliberal del capital