Domingo, Noviembre 24, 2024

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EL DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO NOBEL DE LA PAZ POR BARACK OBAMA

El pasado 9 de octubre fue hecho público la decisión del Comité Nobel del Parlamento de Noruega de conferirle el Premio Nobel de la Paz para el presente año a Barack Obama, Presidente de Estados Unidos. La noticia recorrió al mundo como pólvora encendida, quizás alegóricamente hablando, en homenaje póstumo al noruego que logró acumular inmensas riquezas en el  continente europeo gracias al desarrollo de la industria de la dinamita y la guerra. El Premio Nobel se concede anualmente en los campos de la Física, la Química, la Fisiología o Medicina, la Literatura, la Economía y la Paz. Los primeros dos lo decide la Real Academia Sueca de Ciencias; el de Medicina el Instituto Karolinska; el de Literatura la Academia Sueca; el de Economía el Banco Central de Suecia; y finalmente, el de la Paz, el Comité Nobel Noruego del Parlamento Noruego. Se trata de una de las mayores distinciones mundiales en cada uno de los campos mencionados.

El Premio Nobel tiene su origen en el Testamento que legara Alfred Nobel y que suscribiera en el Club Sueco-Noruego el 27 de noviembre de 1895 como expresión de culpa ante la responsabilidad que cargaba en su conciencia de tantos cientos de miles o millones de vidas humanas cegadas en los campos de batalla pasados y futuros gracias a su invento: la dinamita.

Como parte de su Testamento, Alfred Nobel consignó:

“La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad...”

En sus comentarios finales Alfred Nobel indicó también lo siguiente:

“...Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban le premio, sean escandinavos o no.”

La concesión de este Premio a Barack Obama ha desatado múltiples reacciones en todo el mundo, incluyendo Puerto Rico. En la determinación del Premio ha habido favorecedores y detractores, entre estos últimos, quienes afirman que Obama no es merecedor de tan alto e importante premio. Así, cuestionan cuál ha sido ese mayor beneficio legado a la humanidad por quien en sus apenas diez meses de mandato ha incrementado en miles la presencia militar de Estados Unidos en Afganistán y se apresta en estos momentos a considerar el envío a este país asiático de 40 mil tropas adicionales a las 68 mil que actualmente permanecen en ese país; quien ha ordenado la construcción un nueva clase de bomba capaz de transportar 5,300 libras explosivos la cual estaría ya disponible en los arsenales estadounidenses para el próximo año; quien se apresta a ampliar su presencia militar en América del Sur con la utilización de siete bases militares en territorio colombiano y dos bases navales en Panamá; quien dirige un país que ha puesto en operación hace un poco más de un año una Cuarta Flota; y quien se mantiene con un perfil muy bajo en la complicidad con el Golpe de Estado dado al Presidente de Honduras, Manuel Zelaya.

En los primeros momentos de darse a conocer la selección de Obama, para el Comandante de la Revolución Fidel Castro Rúz, leste premio al Presidente estadounidense era “una medida positiva.” Indicaba Fidel que “compensa el revés que sufrió Obama en Copenhague al ser designada Río de Janeiro y no Chicago como la sede de las Olimpiadas del 2016, lo cual provocó airados ataques de sus adversarios de extrema derecha.”Quizás por eso, buscando la medida del vaso medio lleno y valorando al vaso medio vacío, Fidel razona lo siguiente:

“Muchos opinaron que no se ha ganado todavía el derecho a recibir tal distinción. Deseamos ver en la decisión, más que un premio al Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que han seguido no pocos presidentes de ese país, lo cuales condujeron al mundo a la encrucijada donde hoy se encuentra: una exhortación a la paz y la búsqueda de soluciones que conduzcan a la supervivencia de la especie.”

El argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien fuera galardonado con el Premio Nobel de la Paz indicó sin embargo, lo siguiente:

“ Mi primera reacción es de sorpresa, pero espero que esta designación le refuerce la gobernabilidad ya que hasta el momento no ha hecho casi nada de lo que se ha propuesto, lo que pone en evidencia que Obama llegó al gobierno pero no al poder.

En ese sentido quiso cerrar las cárceles de Guantánamo (Cuba) y Abu Garib (Iraq) y no pudo, quiso reformar el sistema sanitario de su país y no pudo, pero resulta que quiere instalar siete bases militares en Colombia, lo que es una amenaza y no contribuye a la paz. Aunque estas cuestiones van más allá de Obama, pues el poder real en Estados Unidos lo manejan otras fuerzas.

De todas maneras, creo que Obama es una persona de buena voluntad y esperemos, démosle tiempo para ver si es coherente entre lo que dice y lo que hace.”

Es cierto que dentro de los 205 nombres de personas que fueron analizados por el Parlamento Noruego habían nombres de mujeres y hombres con un largo historial de gestiones en favor de la paz donde a juicio nuestro destaca la activista de los derechos humanos en Colombia, la Senadora Piedad Córdova.

Se ha indicado que el proceso de selección de Barack Obama no estuvo falto de obstáculos. Tres de los cinco miembros del parlamento noruego que originalmente formaron parte del comité de selección objetaron inicialmente tal selección aunque al final del camino se allanaron a la selección. De acuerdo con una noticia circulada por la Agencia Francesa de Prensa (EFE), la representante  del Partido del Progreso Inger Marie Ytterhorn, la conservadora Kaci Kullman Five y la socialista Agot Valle se opusieron mientras dos representantes del Partido Laborista mantuvieron una defensa firme en la nominación y selección.

No sin razón, en su discurso de aceptación del Premio, Obama indica casi al comienzo de su alocución que “sería una negligencia no reconocer la considerable controversia que la decisión ha generado. Si bien apreciamos su planteamiento como una expresión  sincera que reconoce que sus logros han sido “pequeños” frente a los logros de otras personas en el pasado galardonadas con igual premiación, un examen detallado del discurso nos impone una rigurosa y distinta reflexión a la luz de los temas abordados por él como Presidente.  A nuestro juicio, Obama ha utilizado el discurso, no para reconocer los límites y extra limitaciones de la política imperialista de su gobierno, y en consecuencia su participación como Presidente de Estados Unidos, sino para desarrollar una apología de la política exterior de su país.

En primer lugar, el discurso plantea como premisa inicial la justificación de la guerra de Estados Unidos contra Iraq y Afganistán pretendiendo establecer una distinción entre guerras justas e injustas, y claro está, adjudicándole a su país su intervención en estos dos estados como ejercicio justo de la política estadounidense. En su línea de argumentos ya sea en contra  de Saddan Hussein o del Talibán no nos dice cómo justificar la mentira para llevar a la guerra a Estados Unidos bajo el supuesto de armas de destrucción masiva que al presente, más de seis años después de iniciada la ocupación militar de Iraq sencillamente no han aparecido. Tampoco nos indica cuál ha sido la justificación para la destrucción de la infraestructura de ese pueblo, el saqueo de sus recursos naturales e históricos;  la destrucción de sus facilidades hospitalarias y educativas y la entrega a las empresas multinacionales de aquellas industrias básicas que anteriormente se encontraban en manos del pueblo iraquí.

Obama tiene el cinismo de indicar que una de esas dos guerras, la de Iraq, “está llegando al fin” cuando estamos hablando de la misma guerra que su predecesor George W. Bush declaró desde la plataforma de un portaviones que se había ganado desde el 30 de abril de 2003. Para colmo, cuando Estados Unidos proclamó su victoria en la guerra contra Iraq en esta fecha, el número de muertos estadounidenses apenas había alcanzado la cifra de 139 cuando hoy, desde esa fecha, a ese número hay que añadir 4,221 para un total de 4,373. Lo mismo podríamos indicar sobre los heridos. Al proclamar su predecesor el fin de la guerra los heridos sumaban 545; a la fecha del pasado viernes eran 31,058 para un total en la guerra de 31,603.

Obama tampoco nos indica cómo, a nombre de la guerra de ocupación de Iraq o Afganistán, cientos o miles de iraquíes y afganos han sido torturados y asesinados por las fuerzas armadas de Estados Unidos, ya sea en prisiones controladas por personal militar de Estados Unidos o de sus agencias de seguridad ni del número cada vez más horroroso de civiles muertos en este conflicto. De hecho, si otra muestra de cinismo encontramos en este discurso es su planteamiento de denuncia de que desde la pasada Segunda Guerra Mundial han muerto en conflictos militares más civiles que soldados, sin embargo, nada nos dice de los bombardeos de saturación que Bagdag y otra ciudades recibieron de parte de la aviación estadounidense previo a la invasión de Iraq ni del número de muertos civiles no combatientes en esta contienda que a juicio de fuentes humanitarias internacionales podría superar tres cuartos de millón de personas. Lo mismo ocurre hoy en Afganistán con los bombardeos con aviones no tripulados donde cada vez se producen decenas de muertos civiles en las aldeas del interior  de este país y su vecino, Paquistán. Más aún, nada nos dice Obama sobre el ataque genocida de Israel contra la Franja de Gaza con el apoyo de Estados Unidos en el cual fallecieron en dos semanas más de 1,300 palestinos, la mayoría civiles, entre los que se cuentan veintenas de niños.

En segundo lugar, nos parece que detrás del planteamiento de la necesidad de la lucha contra el terrorismo, concepto que no es atributo único de Estados Unidos, Obama justifica la teoría de la guerra preventiva abrogándose como indica en su discurso, “el derecho de actuar unilateralmente si es necesario para defender mi país”. ¿Acaso no es este el mismo discurso utilizado por su predecesor para justificar las dos guerras en las cuales involucró a Estados Unidos y de las cuales, a presente su país no ha logrado zafarse? ¿Cómo poder reconciliar como aparenta en su discurso hacerlo reconciliar “dos hechos aparentemente irreconciliables; es decir, la guerra como expresión de un acto desatinado y la guerra como necesidad?

En tercer lugar, ciertamente hay mucha retórica hueca en un discurso donde se indica que Estados Unidos “nunca ha librado una guerra contra la democracia”. ¿Dónde colocamos las intervenciones de Estados Unidos y su complicidad en golpes de estado como los ocurridos en Guatemala en 1954; en República Dominicana en 1963 o en Chile en 1973 por tan solo mencionar algunos? ¿Cómo puede afirmar Obama que los gobiernos amigos de Estados Unidos son solo aquellos “que protegen los derechos de sus ciudadanos?  ¿Dónde ubicamos el apoyo de Estados Unidos a dictaduras como las de Somoza en Nicaragua; Trujillo en República Dominicana; Videla en Argentina; Stroesner en Paraguay; Pinochet en Chile, por tan solo mencionar otras? ¿Cómo afirmar que Estados Unidos respeta las culturas y tradiciones particulares de diferentes países cuando ha sido incapaz de respetar siquiera las culturas y tradiciones de sus propias poblaciones originarias?

El discurso de Barack Obama es la nueva ideología que aflora en la visión geopolítica de la dominación estadounidense para el siglo 21. Por eso se reserva el derecho a actuar unilateralmente; por eso indica que se siente orgulloso de ser heredero del legado que han hecho generaciones pasadas en su historia; por eso echa a un lado los llamados “errores”que Estados Unidos ha cometido en el pasado, para proclamar triunfantemente que la fuerza puede ser necesaria a la hora de asegurar la llamada “seguridad” con la cual Estados Unidos está comprometido. De hecho, bajo esa misma doctrina de la seguridad, a partir de la Administración Reagan se intensificó el uso por parte de Estados Unidos de los llamados conflictos de baja intensidad donde Estados Unidos, bajo una doctrina de seguridad preventiva avivó la desestabilización de procesos triunfantes como la Revolución Sandinista en Nicaragua, intervino abiertamente en el conflicto civil en El Salvador y penetró las fuerzas armadas y partidos políticos de derecha en otras repúblicas latinoamericanas con el fin de asegurar sus intereses geo políticos en la región.

El discurso de Obama no nos dice nada de la eliminación de la política de agresión de su gobierno en la perpetración del bloqueo contra Cuba, donde mediante una medida de guerra se pretende reducir la voluntad y la dignidad de un pueblo por hambre. Ciertamente, Obama no trajo “una solución definitiva a los problemas de la guerra.” Por eso insiste en la preservación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a pesar de tratarse de un alianza militar estructurada para el desafío de la posguerra, estando ya en camino la Guerra Fría; por eso a la vez que habla de cierre de Guantánamo, su país exculpa a aquellos que en abierta violación a las propias normas internacionales, violentaron los derechos humanos de los prisioneros declarados como combatientes enemigos, privándoles de los derechos reconocidos por la Convención de Ginebra y sus Protocolos adicionales para atender los derechos de los prisioneros de guerra; por eso habla de la libertad como concepto abstracto mientras su país continua conculcando 111 años después los derechos soberanos del pueblo puertorriqueño; por eso dispara al aire su proclama sobre los derechos humanos sin atender el hecho de que el colonialismo es una afrenta y una clara violación de los derechos humanos de un pueblo.

Cada día que pasa, las esperanzas cifradas en el presidente estadounidense se disipan a medida que nos confrontamos con la realidad de que en Estados Unidos no son los presidentes quienes en efecto mandan sino los intereses del complejo militar industrial que en esa posición los colocan.


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