«Se le queja uno a ciertos médicos de que se le ha empezado a cubrir el cuerpo de tumores, y el médico sale recetando enseguida emplastos y lavatorios para cada tumor, como si la enfermedad radicase en la piel y no en la sangre.

»Y la sociedad hace lo mismo. Escuelas por aquí, sanidad por allá, cárceles y tribunales y esbirros y verdugos por todas partes para combatir la ignorancia, las enfermedades, los crímenes, sin tener en cuenta que todas esas cosas no son más que síntomas, tumores, manifestaciones de un virus infeccioso que radica, no en la superficie, sino en la esencia, en la sangre, en la médula misma del organismo social…»

No lo dijo algún “líder de la oposición”, ni es la conclusión de algún simposio de sociólogos o economistas celebrado recientemente. Lo escribió Nemesio Canales en el año 1913, publicado en su libro Paliques. Hace un siglo.

En víspera de las elecciones generales de 1948—hace 66 años—el entonces Comisionado Residente, Antonio Fernós Isern nos aseguraba que “El Partido Popular Democrático ofrece una nueva senda, la nueva vía para el progreso y el bienestar económico y político de Puerto Rico.”

En un discurso ofrecido el 17 de julio de 1950—en medio del proceso de creación del ELA, hace 64 años—, el entonces Gobernador, Luis Muñoz Marín afirmaba convencido que, “El pueblo de Puerto Rico tiene ahora en sus manos la rueda de su destino. Es libre. Vive libre en el círculo político más democrático, más fuerte y más seguro del mundo. Vive en posición de paridad dentro del gran sistema político federal que se cobija bajo el palio de la ciudadanía americana. Forma parte del gran mundo económico americano. Tiene ante sí abiertos los caminos del porvenir.”

Hace un siglo el país, en muchos sentidos, enfrentaba problemas similares a los que enfrenta un siglo después. Y se pretendían solucionar de manera superficial. Hace más de seis décadas nos ofrecieron la fórmula mágica, que resolvería nuestros males.

Más de cien años después, más de sesenta años después, esos problemas fundamentales prevalecen, se agravan, no sanan ni se superan. Hasta aquí nos han traído “los caminos del porvenir”, que se ha convertido en presente lleno de incapacidades y vacío de posibilidades. El “círculo político más democrático” se ha convertido en un círculo vicioso, donde repetimos nuestros pasos, sólo que en condiciones cada vez peores.

Entonces, nos engañaron.

Nuevamente nos intentan embaucar con emplastos y lavatorios; quieren convencernos de que la enfermedad sigue estando en la piel y no en la médula misma del organismo social.

Van haciendo de nosotros un país circular. Un círculo pequeño, como la reducidísima órbita del diminuto planeta del farolero de El Principito, cuya rotación mínima apenas le alcanzaba para decir, “¡buenos días, buenas noches!”…

Un país que se repite diariamente, del que algunos insisten que nunca podrá salir del atolladero por sus propios medios, mientras otros fantasean sobre las virtudes insuperables de nuestro orden social.

Lo peor de todo, y lo más peligroso, es que concluyamos que no hay nada que se pueda hacer; que no existen soluciones verdaderas ante nuestros grandes problemas sociales. Que nos resignemos a sufrir lo peor, irremediablemente. Que perdamos la voluntad y nos entreguemos al mejor postor.

Si es cierto que mientras hay vida hay esperanza, hoy es el día de fortalecer esa vida y esa esperanza. Hoy es el día de salir del círculo achicado en el que nos han encerrado por largas décadas. Hoy es el día de empezar a forjar libremente nuestro destino.