Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
La decisión de Alejandro García Padilla de no ser candidato a la reelección en las elecciones de noviembre próximo era irremediable. O intentaba salir lo menos magullado posible de la errática gestión de su administración en el tiempo que le queda en La Fortaleza, o sufría una apabullante derrota en noviembre. No le quedó otra alternativa que optar por lo primero.
Más allá del impacto que pueda tener al interior del Partido Popular Democrático, la decisión de García Padilla resulta irrelevante ante la grave situación económica y social que enfrenta Puerto Rico.
El origen de esa crisis es la consecuencia directa de una estructura política desgastada e inservible. Está relacionada directamente con la ausencia de poderes del Pueblo puertorriqueño para tomar decisiones que le beneficien. Tiene que ver absolutamente con la relación unilateral y humillante en la que el Congreso de Estados Unidos decide sobre nuestro destino. Es consecuencia, pues, de la condición colonial prevaleciente.
Definitivamente no es un asunto de candidatos, es un asunto de poder político y económico.
Podría Dios ofrecerle a San Pedro una licencia para que administre a Puerto Rico en el actual estado de cosas colonial y sin poderes políticos y sería poco o nada lo que podría hacer, a pesar de su grandeza celestial.
Quien sustituya a García Padilla en la candidatura a la gobernación por el PPD tendría que ofrecer una propuesta anticolonialista y anticapitalista, para tener alguna credibilidad y alcanzar algún resultado.
Pero eso es pedirle peras al olmo.
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