Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
Tiene razón más del ochenta por ciento del electorado viequense, cuando decidió quedarse en sus casas en lugar de ir a votar en el referéndum celebrado el sábado pasado. El mentado puente entre la Isla Nena y la Isla Grande es una imposibilidad económica, que traería funestas consecuencias sociales y por lo pronto, es una crueldad que genera falsas expectativas e ilusiones. Es una fantasía en un país en bancarrota, que no tiene ni para pagar las cuentas más urgentes.
Pero a la misma vez, tiene absoluta razón el pueblo viequense al sentirse abandonado a su suerte, maltratado, marginado y empobrecido, aislado en el sentido más literal de la palabra. Tiene razón al reclamar que se atiendan sus demandas, sobre todo la que tiene que ver con un sistema de transporte y comunicación digno, eficiente y barato entre una y otra isla.
No hay explicación que pueda justificar el abandono del que ha sido objeto el pueblo viequense por tantos años. Sobre todo tras la salida de la Marina estadounidense y el fin de los bombardeos, en mayo de 2003. Si algún pueblo se ha ganado el derecho a vivir en paz y felicidad, con sus necesidades básicas satisfechas, con seguridad de salud, trabajo y educación, ese es el pueblo viequense.
Para mayor vergüenza, en este País hay más de veinte mil kilómetros en carreteras. La brea y el concreto saturan buena parte de nuestra geografía, que se ha rendido ante el ímpetu contaminante de más de tres millones de vehículos de motor. ¿Cómo es posible que si hay dinero para tanta carretera no se pueda asegurar un sistema de lanchas efectivo que una a Vieques, Culebra y Puerto Rico? ¿Cómo es posible que a estas alturas no se haya establecido la ruta corta—que es mucho más corta—entre la Isla Nena y la Isla Grande? ¿Cómo se puede ser a la misma vez tan insensible y tan irresponsable?
En realidad lo que el pueblo viequense desea no es un puente que lo conduzca a la infelicidad o la incertidumbre. Lo que estos queridos y respetados compatriotas reclaman es respeto y atención. No quieren ser más, pero están cansados de ser tratados como menos. No piden demasiado. Pero están cansados de no recibir nada.
Sigue siendo cierto que en la Isla Nena queda mucho por hacer. Es hora de que unamos voluntades, una vez más, a favor de un pueblo ejemplar como ese, que ha dado lecciones de lucha y perseverancia y que merece ser feliz.
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