Escrito por Julio A. Muriente Pérez / MINH
Recientemente fue detenido en el aeropuerto internacional de Panamá el patriota puertorriqueño Oscar López Rivera, por las autoridades migratorias de ese país. Se pretendía impedir que Oscar continuara rumbo a La Paz, donde participaría en un importante evento de solidaridad latinoamericana y caribeña. Los funcionarios panameños alegaban que el gobierno de Bolivia prohíbe la entrada a su territorio de ciudadanos estadounidenses que hayan sido convictos.
Oscar López Rivera es ciudadano estadounidense y es convicto. Pero, ¿qué clase de ciudadano y qué clase de convicto?
Oscar es ciudadano estadounidense por imposición, como lo somos millones puertorriqueños y puertorriqueñas. En el año 1917 el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley Jones, y nos impuso la ciudadanía de ese país. Recordemos que Puerto Rico había sido invadido militarmente diez y nueve años antes (1898).
Aquella fue, como todas las leyes imperiales, un acto unilateral e inconsulto, que dura hasta nuestros días. Por eso el pasaporte que portamos los puertorriqueños es el de Estados Unidos y todo el que llega a Puerto Rico desde otro país, tiene que presentar sus documentos a agentes migratorios estadounidenses, como si estuviera ingresando a Estados Unidos. Por eso Puerto Rico no tiene embajadas, ni un asiento en la ONU, ni reconocimiento internacional como país soberano. Porque está sometido al colonialismo.
Oscar es un convicto. A mucha honra. Fue privado de su libertad por más de 35 años; en prisiones de Estados Unidos, acusado de cometer el sagrado delito de luchar por la independencia de su Patria, como ha sido la historia de muchos otros compatriotas durante los pasados 120 años de colonialismo yanqui. Porque en Puerto Rico no ha cesado el enfrentamiento al invasor ni por un instante, sin importar la correlación de fuerzas tan desigual que supone la lucha directa nada menos que contra el imperialismo estadounidense.
Ello le ha valido a Oscar y a los patriotas puertorriqueños el respeto y el reconocimiento general. Por eso fue invitado a visitar Bolivia por el gobierno de ese país hermano.
A pesar de lo que han pretendido los colonialistas, Puerto Rico es una nación caribeña y latinoamericana. Sus hijos e hijas son nacionales puertorriqueños, sin importar lo que digan leyes y pasaportes. La imposición de la ciudadanía estadounidense, como la imposición de la lengua inglesa en el sistema educativo por décadas, o el control de todos los aspectos vitales de nuestra vida, han intentado destruir nuestra existencia como sujeto histórico. Su objetivo perverso ha sido “borrarnos del mapa”, para poder utilizarnos impunemente.
Hemos triunfado en el gran objetivo libertario de existir, de forjar una nación, a pesar de la lápida pesada que aún prevalece. Vamos recobrando el espacio que nos corresponde por derecho propio, en el concierto de pueblos hermanos de Nuestra América. Nuestros artistas y cantantes, nuestros escritores y poetas, nuestros atletas y estudiantes, unos y otros lo han proyectado al mundo. Y nuestra lucha, tanto a nivel nacional como en la ONU, en CELAC, en los No Alineados y en todas partes.
Finalmente, Oscar llegó a Bolivia, tras contundentes reclamos del gobierno boliviano y gracias a las gestiones solidarias realizadas en concierto desde Panamá, Puerto Rico, La Habana y La Paz. La patraña de las autoridades panameñas se hizo añicos. Se frustró una vez más el intento de impedir que se manifestara la solidaridad entre nuestros pueblos.
No fue el ciudadano estadounidense y convicto quien llegó a La Paz. Fue el patriota puertorriqueño, el independentista insobornable, el internacionalista y combatiente Oscar López Rivera. A juntarse con los suyos. A poner nuestra estrella solitaria en el cielo de los Andes, en Bolivia, también territorio libre de América.
(Columna “Desde el Caribe” | Especial para el periódico La Época de Bolivia)
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