Jueves, Noviembre 21, 2024

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Un legado de valor desde el Oeste de la Patria: A 74 años de la Revolución Nacionalista

 

 

Saludos, compañeros y compañeras que nos reunimos aquí en este lugar de tanta importancia. Lugar desde el cual se originó un episodio, no solo de la Gesta Nacionalista del 30 de octubre de 1950, sino un episodio de los muchos del patriotismo puertorriqueño que se han suscitado en esta parte de nuestro territorio nacional.

Le agradezco al amigo y compañero David Rivera, quien me invitó el año pasado a asistir de este acto, al cual nunca había venido y me ha concedido el honor de decir unas palabras en el día de hoy.

Recordar nuestra historia épica (como llama el compañero Che Paraliticci a nuestra trayectoria de liberación nacional) y a sus forjadores es, para quienes luchamos por esta Patria, tanto un deber como una necesidad. Un deber porque gracias al sacrificio de quienes nos precedieron, hoy tenemos Patria. Una necesidad porque, como herederos y herederas de una larga cadena histórica, se hace indispensable la mirada a esos trayectos anteriores, no con nostalgia, sino como parte de la construcción de ese mapa que nos conducirá a la Libertad. La historia no es solo fuente de inspiración, es también proveedora de información valiosa; es una disciplina viva a la cual cada generación le hace preguntas partiendo de las necesidades del presente.

 

 

 

Por eso nos ubicamos hoy, a la altura de 2024 ante esta generación heroica del Cincuenta, 74 años más tarde, con esa misma cantidad adicional de años de colonialismo sobre nuestras espaldas. Pero también con triunfos y satisfacciones adicionales, entre las cuales sobresalen nuestra misma existencia como pueblo con su cultura viva y en desarrollo y con un independentismo que ha resistido a los más perversos intentos de exterminio, perpetrados por el aparato represivo yanqui y sus marionetas en la colonia. Y tenemos que celebrar esos logros. Celebrar que paramos sus planes de explotación minera en nuestras montañas; celebrar que sacamos a su Marina de Guerra de Culebra y de Vieques; celebrar que hemos defendido nuestros derechos, como el de la fianza; y que forzamos la renuncia de un gobernador infantil e insensible. Sobre todo, celebramos que no nos hemos doblegado, que no hemos bajado la cabeza ante el imperio más poderoso y maligno de cuantos han existido. Así lo atestigua el Ataque al Congreso en 1954; los actos de Sabana Seca en 1979, los aviones de la Guardia Nacional en la Base Muñiz en 1981, la expropiación de la Wells Fargo en 1983, entre otros tantos actos de profundo valor y dignidad.

Todo ese desarrollo posterior de la lucha fue posible porque la generación del 50 salvaguardó la existencia de una Patria por la cual luchar. Sobre todo, no nos han quitado la capacidad de amar, que es el motor principal de nuestro accionar político. Amor que le entregamos a nuestro pueblo y aun queda para repartirlo, convertido en solidaridad, hacia los pueblos del mundo en lucha. Hace poco los compañeros David Rivera y Jorge Tantao regresaron de un acto de solidaridad en la hermana República de Cuba. Ese es el más reciente eslabón de la larga cadena de hermandad entre las patrias de Maceo y Betances, de Martí y Hostos. Es el mismo amor que nos hace indignarnos hasta el tuétano por el genocidio que ante la vista del mundo perpetra el estado Sionista de Israel, con el apoyo incondicional de Estados Unidos, contra el heroico pueblo palestino. Y desde Puerto Rico hemos alzado nuestra voz, uniéndonos a los pueblos del mundo que, ante la insensibilidad de la mayoría de los gobiernos, gritan un ALTO AL GENOCIDIO y LIBERTAD PARA PALESTINA.

Disculpen esta introducción un poco larga. Vamos al tema que nos trae aquí: la Gesta, la Revolución Nacionalista del 30 de octubre de 1950. No vengo a contarles lo que ustedes conocen más y mejor que yo. En todo caso, quisiera, si me lo permiten, compartir con ustedes algunas reflexiones, más políticas que históricas, más humanas que académicas sobre la importancia de lo acaecido en todo Puerto Rico, en Washington D.C. y, por supuesto, aquí en Mayagüez, hace 74 años.

Sabemos que las acciones militares en territorio nacional se desarrollaron en: Jayuya, donde se declaró la Segunda República de Puerto Rico, San Juan, en distintos puntos, incluyendo el ataque a la Fortaleza, Utuado, Arecibo, Naranjito, Peñuelas y Mayagüez. En Estados Unidos, el 1ero de noviembre, se llevó a cabo el ataque a la Casa Blair, residencia provisional del presidente Truman. Por cierto, el mismo que ordenó el lanzamiento inhumano de bombas atómicas sobre población civil, el mismo que inició la intervención en Corea, la cual le costó la vida y la salud a tantos boricuas. Ese ataque al comandante en jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos, las que invadieron nuestra nación y mantienen la ocupación al sol de hoy, dejó claro que no se trataba de un enfrentamiento entre puertorriqueños.

Hay un artículo muy interesante del compañero Alejandro Torres Rivera, que se puede conseguir en las redes, en el cual utiliza información sacada de unos informes confidenciales basados en el testimonio del traidor al nacionalismo y a la Patria, Gonzalo Lebrón Sotomayor, hermano de la heroína Lolita Lebrón, que narran aspectos muy valiosos para la comprensión de la Revolución de 1950. Esta información no estuvo disponible, nos dice el propio Alejandro, hasta 1990, por lo que investigadoras anteriores no tuvieron acceso a la misma. Uno de los elementos de esta información apunta a la planificación de la Revolución desde los años de encarcelamiento de Albizu, mediante una sofisticada red de comunicación trabajada por personas que no ocupaban puestos visibles en la estructura del Partido Nacionalista y que gozaban de la confianza de Don Pedro. El otro es la existencia de unos objetivos militares y políticos detallados y razonables.[1] Estos dos aspectos son importantes porque desmienten la hipótesis del levantamiento del ´50 como un acto improvisado, producto de la desesperación o de la locura.

Don Pedro Albizu Campos entendía claramente las intenciones del gobierno yanqui de adornar la colonia, de hacerla más presentable en sociedad, para perpetuarla. En 1945 se había acabado la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos quedó en una posición envidiable, pues esta guerra, la más mortal de la historia, había dejado a la vieja Europa en ruinas, mientras que la nación norteamericana no sufrió daños. Fue el momento del ascenso de Estados Unidos a superpotencia mundial. El lanzamiento de las bombas atómicas dejaba claro que su poderío militar sobrepasaba el de cualquier otra potencia conocida hasta entonces.

Ese 1945 fue también el año de la fundación de las Naciones Unidas (ONU). Los pueblos colonizados, que habían sido obligados a defender a sus imperios, comienzan a reclamar su derecho a la autodeterminación, acelerándose una conciencia anti-colonial en el mundo. En 1947 India logró su independencia de Gran Bretaña. Todavía faltarían algunos años para que se diera la gran oleada de independencias de Asia y África. Pero ya el colonialismo era una institución irremediablemente desprestigiada.

Los poderes yanquis lo sabían. Sin embargo, en el contexto de los primeros años de la Guerra Fría, no se arriesgarían a perder este punto estratégico en el Caribe.

Contrario a la narrativa del hoy moribundo Partido Popular de que el Estado Libre Asociado fue hechura de Luis Muñoz Marín, este embeleco respondió a los intereses de Estados Unidos por presentarse ante el mundo como un país respetuoso del nuevo Derecho Internacional. Así lo entendió Don Pedro. La Revolución del Cincuenta fue tanto un reclamo de nuestro derecho a la Independencia como una denuncia ante el engaño que ya se perfilaba y que se concretizó a partir de la aprobación de la Ley 600 en el Congreso Yanqui con el propósito de iniciar el proceso de aprobar una mal llamada Constitución para Puerto Rico. El nacionalismo asumió la responsabilidad histórica de denunciar ante el mundo el gran engaño. Con esas paradojas que tiene la historia, han sido los propios estadounidenses a través de sus tres ramas de gobierno los que en 2016 le dieron la razón a Albizu y a todos los independentistas desde ese entonces, reconociendo el carácter colonial, más bien la inexistencia del ELA. Aceptaron incluso que engañaron a la Asamblea General de la ONU cuando, en 1953, lograron que se aprobara la resolución eximiéndolos del rendimiento de informes sobre Puerto Rico, debido a la aprobación del ELA el año anterior. Albizu tenía la razón. Los independentistas tuvimos siempre la razón sobre este particular.

Las acciones político-militares de 1950 también tuvieron un carácter anti-anexión. Fueron una clara advertencia a Estados Unidos de que no cometieran el error de pretender tragarse a una Nación valiente con un patriotismo dispuesto a tales niveles de heroísmo.

La Revolución del Cincuenta produjo actos de profundo heroísmo. Hombres y mujeres forjados en la idea que había elaborado Albizu en los años Treinta del valor como cualidad suprema. Las acciones fueron legítimamente militares. Las condiciones para la victoria militar no estaban dadas. Las investigaciones hechas sobre este evento recogen consistentemente la falta de armas y la inexperiencia militar de muchos combatientes. Pero las condiciones para demostrarle al mundo y a la historia de qué están hechos los mejores hombres y mujeres de esta nación y cuán arraigada está la aspiración de Libertad estuvieron más que presentes. Las había ido sembrando la prédica y el ejemplo de Don Pedro Albizu Campos y el resto del liderato nacionalista por más de 20 años.

En esta importante gesta el oeste puertorriqueño y Mayagüez en particular desempeñó un papel importante. El texto de Miñi Seijo Bruno, La insurrección nacionalista en Puerto Rico 1950[2] presenta importante información sobre esta zona.

En primer lugar, hay que señalar el alto número de combatientes que se reunieron precisamente en este suelo que pisamos, en la finca de José Cruzado Ortiz. Este monumento recoge 36 nombres. Aunque hay diferencia en cuanto a la cifra, pues Miñi Seijo identifica 31 y algunos de los testimonios hablan de más de 40, lo cierto es que, bajo cualquiera de estos cálculos, Mayagüez aportó más del 20 % de todos las personas que participaron del levantamiento armado. Tal vez solo en Jayuya se reunieron más revolucionarios.

Desde esta finca salieron cinco grupos, cinco patrullas con objetivos específicos: una volar los transformadores de Fuentes Fluviales en el Malecón de Mayagüez, otra atacar el cuartel de la policía del pueblo, el tercero enfrentar a la policía del barrio La Quinta, la cuarta reforzar el grupo de Arecibo y un último grupo debía interceptar posibles refuerzos del gobierno que trataran de pasar por el puente del Río Yagüez.

Asumieron su misión, como buenos soldados de la Patria. Si algún objetivo no se cumplió fue por causas externas, no porque los detuviera el miedo. Se enfrentaron a la policía y uno de estos grupos logró volar con dinamita uno de sus vehículos, haciendo huir a los agentes.

Como una pequeña muestra del valor de estos combatientes, menciono que uno de ellos se acababa de casar apenas dos días antes. Esto da una medida del valor de aquellos puertorriqueños ante cuya memoria nos encontramos hoy.

Todos estos nombres son gloriosos. Pero no puedo dejar de mencionar a Rafael Cancel Rodríguez, líder del nacionalismo en Mayagüez y padre del también héroe Rafael Cancel Miranda, a quien posiblemente todos los presentes aquí tuvimos el honor de conocer.  Fue el que asumió, llegado el momento de una honrosa rendición militar, la responsabilidad por los actos ocurridos. Cabe mencionar que la rendición se dio solo luego de poner a salvo las armas, con miras a acciones futuras. Igual que las armas, se salvaguardaron algunos de los combatientes. Irvin Flores se replegó y no fue arrestado. Eso le permitió participar en el no menos glorioso acto del primero de marzo de 1954, cuando nuevamente le dejamos claro al Yanqui, en uno de sus centros de poder, que nuestro reclamo de independencia no lo podrán reprimir nunca.

Otro nombre que no puedo dejar de mencionar es el de Ezequiel Lugo Morales. En las entrevistas que realizara la autora del libro mencionado, Ezequiel fue de los que menos información quiso ofrecer. Sabemos del celo con que estos nacionalistas guardaron los detalles de sus acciones. Hay una cita de este héroe que refleja tanto ese reticencia a hablar más de lo necesario como un sentido del deber profundo y estoico: “Lo único que puedo decirle es que todos los que íbamos actuamos…Y que en las cuestiones militares solamente el líder es el que sabe de los planes.” (1974). Hago mención aquí de lo acertada de la decisión de los compañeros y compañeras del MINH de Mayagüez de bautizar su comité con el nombre de Misión Ezequiel Lugo Morales. Queda establecida la vinculación y continuidad histórica entre generaciones.

Abundando sobre este estoicismo con que los nacionalistas asumieron su deber y sus consecuencias, Reinaldo Trilla narra que, al ser detenidos por la Guardia Nacional, uno de los militares dice que los van a fusilar ahí mismo. Trilla reflexiona: “Nos quedamos tranquilos y con una gran frialdad encaramos todo aquello. Yo me pongo a pensar que es la pasión revolucionaria la que le permite encarar a uno todo eso.”

Un último detalle que me parece sumamente interesante: había planes de que un miembro de la Guardia Nacional le entregara a los revolucionarios cerca de 180 armas, lo cual hubiera representado una diferencia considerable en las condiciones materiales del enfrentamiento. Esto no se produjo porque, llegado el momento, se percatan de que las autoridades militares habían tomado la precaución de quitarles el percutor (firing pin) a las armas. Pero es un dato más que apunta a todas las medidas y planes específicos que se habían diseñado.

Mayagüez y Naranjito fueron los pueblos que más duraron en combate. Los héroes del Oeste cumplieron su misión y hoy los honramos y les agradecemos.

Luego vino la represión de las fuerzas yanquis y del gobierno de Muñoz Marín, armado con su Ley de la Mordaza que había sido aprobada un par de años antes y que permitió darle un manto de legalidad a las más evidentes violaciones de derechos. Estamos conscientes de los ataques por aire, de las muertes y torturas viciosas, de los arrestos masivos. Pero hoy…hoy nos concentramos en honrar y agradecer a los héroes. Por hoy, ni un pensamiento para los traidores y los cobardes. Toda nuestra atención, todo nuestro agradecimiento, toda nuestra energía espiritual para los héroes cuyos nombres quedan inscritos para la posteridad en este monumento.

¡Qué viva Puerto Rico Libre!

 


[1] Torres Rivera, Alejandro. En conmemoración del 72 Aniversario de la Insurrección Nacionalista del 30 de octubre de 1950. Revista Puerto Rico te quiero (2022). https://www.puertoricotequiero.com/en-conmemoracion-del-71-aniversario-de-la-insurreccion-nacionalista-del-30-de-octubre-de-1950/

 

[2] Seijo Bruno, Miñi. La insurrección nacionalista en Puerto Rico 1950. Río Piedras: Editorial Edil, 1997.

 

Fundación Juan Mari Brás

 

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