Escrito por José E. Rivera Santana / MINH
Conviene comenzar confrontando una idea que desde hace unos años viene pululando, repitiéndose y encontrando eco en algunos, sobre todo después de la salida de la marina de guerra de Estados Unidos de Vieques y la clausura de la base naval Roosevelt Roads en Ceiba. Se alega que Puerto Rico ya no es del interés del gobierno estadounidense, que perdió su valor estratégico militar y que, además, es una carga económica para el imperio.
La idea parece tener lógica. Efectivamente, la entidad que dominó y ejerció mayor peso en el dominio colonial sobre Puerto Rico, cerró sus instalaciones principales como resultado de la movilización masiva y unánime del pueblo puertorriqueño. De no haber ocurrido aquella explosión de patriotismo, que se cuajó alrededor de la consigna “Paz para Vieques”, todavía tendríamos la presencia de la Armada y sus actividades militares contaminantes y dañinas a la salud de la población y de los ecosistemas. Cierto es que coincidió con cambios en la tecnología militar y otros adelantos que le restaron prioridad al tipo de ejercicios y prácticas militares, pero de lo que no quedó duda, fue el interés de la Marina por mantener sus instalaciones. Nadie debe olvidar los diversos ofrecimientos económicos millonarios lanzados por el gobierno estadounidense para chantajear a los viequenses y a todos los puertorriqueños como carnada que nos llevara a desistir del reclamo justo del cese de las actividades militares en la Isla Nena. No lo lograron y el entonces presidente de Estados Unidos George Bush tuvo que reconocer que“…esos vecinos no nos quieren allí”…
Ahora bien, los cambios en las tecnologías militares no le restan ni un ápice de valor a la posición geográfica de Puerto Rico y su contexto político regional y continental. Es decir, la posición geopolítica, no ha variado. Lo dispuso así, por un lado, la naturaleza y la evolución geológica del Caribe y, por otro, los procesos políticos de intensa efervescencia que se están produciendo en nuestro entorno caribeño y latinoamericano. Borinquen sigue ubicada en una de las áreas del planeta de mayor tráfico comercial, ubicada estratégicamente cerca de la principal vía interoceánica del continente y en donde, además, se desatan las principales confrontaciones políticas e ideológicas entre el neoliberalismo y las propuestas alternativas a este.
Sobre el argumento de la “carga económica” que representa Puerto Rico para las finanzas yanquis, los datos oficiales no lo sostienen. El país importa (le compra) de Estados Unidos sobre $22 mil millones al año y exporta (le vende) sobre $51 mil millones, por lo que sigue siendo su mercado principal en el Caribe1, el segundo en América Latina y el tercero en todo el hemisferio2, amén de que ese intercambio comercial tiene que hacerse en los barcos chatarras de la marina mercante más costosa, por imposición de la Ley Jones de 1920.
Las ganancias de sus corporaciones manufactureras ascienden a $36 mil millones anuales. Y las ganancias de los acreedores de la deuda del país siguen siendo muy lucrativas. La deuda se le está pagando y todo indica que se le seguirá pagando. Nada lo va a impedir, aunque implique el cese de servicios públicos esenciales. Mientras tengamos el presente estatus colonial: los pagos se emitirán, ya sea por voluntad de los administradores peleles de la colonia o por imposición del tribunal federal.
En cuanto a las llamadas “ayudas federales” ‒cuando se despeja lo que son derechos adquiridos y pagados por las personas‒ tales “ayudas” podrían cifrarse en el orden de $4 mil millones, por lo que languidecen ante el monto total de los beneficios que salen del país hacia la metrópoli. O sea, la colonia sigue siendo un negocio muy lucrativo para el imperio. Precisamente, para eso son las colonias. De ahí, la importancia en insistir que el régimen colonial es el principal instrumento de las empresas y acreedores estadounidenses para mantener su control económico y multiplicar sus ganancias multimillonarias. Reconocer esto es importantísimo, porque es la médula del desafío que enfrentamos y no hay forma (responsable y seria) de proponer soluciones y transformaciones a la debacle económica que padece el País si no nos liberamos del estatus colonial.
Lo anterior tiene que llevarnos a descartar (y lo lamento por aquellos que piensan distinto y se mecen en la hamaca) que la independencia y la descolonización de nuestra Patria ocurrirá por default. Los imperios no “sueltan” sus colonias. La idea baladí que Muñoz Marín vendió (y todavía muchos le compran) del imperialismo bobo o bueno, fue una de sus tantas ofensas a la inteligencia de nuestro pueblo. Y si algo lo confirma, es la posición asumida “recientemente” por el Congreso y el Ejecutivo estadounidense. No cabe la menor duda que la política, la visión y el interés de los gobernantes gringos ha sido y es mantener el territorio, la colonia, el régimen de subordinación, si posible disfrazado pero también de forma cruda, de ser necesario.
En esa dirección soplan los vientos, esta vez con fuerza huracanada. La Junta Federal de Control Fiscal, propuesta recientemente por el congresista republicano Sean Duffy y sugerida también por Casa Blanca, va dirigida a eliminar o hacer inoperante los menguados y míseros espacios de gestión autonómica. Es otro chantaje de los gobernantes estadounidenses en su mejor tradición imperial: Capítulo 9 a cambio de Junta Fiscal.
Así las cosas, el panorama se nos presenta con bastante claridad. Las pantallas, el maquillaje y los distintos embelecos para disfrazar la imposición colonial se han esfumado. La hora que vivimos es única y decisiva. Nuestra historia demuestra que ha sido en los momentos críticos, difíciles y borrascosos cuando las fuerzas comprometidas con la dignidad y el futuro para nuestro pueblo sacan energía y voluntad para trazar la ruta a seguir. Ese profundo amor y compromiso patriótico yace en nuestra gente, particularmente en los que creemos y queremos la independencia, y la plena libertad política y económica para nuestro País.
Con sus fortalezas y debilidades, con sus altas y bajas, nadie puede negar que el movimiento independentista ha sido la principal fuerza política que ha confrontado a los imperios que han ocupado nuestra Patria. A lo largo de los más de cien años del colonialismo estadounidense, las batallas más importantes de nuestro pueblo han sido trazadas por el independentismo. Basta mencionar algunas: la imposición del inglés como principal idioma en las escuelas; la gesta épica de Don Pedro Albizu Campos y los nacionalistas de enfrentar sin vacilación el régimen colonial en su fase más despótica y denunciar la farsa del estado libre asociado; el freno a la explotación minera a finales de la década del sesenta y principio del setenta; la oposición al militarismo y al servicio militar obligatorio; el rescate de las playas del afán privatizador y la protección de los sistemas naturales y ecológicos; la lucha contra la presencia de la marina de guerra de Estados Unidos en Culebra y Vieques con sus consecuentes victorias; la denuncia de la condición colonial de Puerto Rico en foros internacionales (ONU, Países No-Alineados, CELAC, entre otros), y las propuestas de otro modelo económico basado en la satisfacción de los derechos y necesidades humanas fundamentales.
No menos importante que lo anterior, es innegable que el independentismo ha sido la fuerza política dispuesta a los más altos sacrificios. A quienes las agencias yanquis han perseguido, encarcelado y asesinado ha sido a los y las luchadoras por la independencia. También, ha sido el independentismo el que ha estado dispuesto al uso de distintas formas de lucha. Ciertamente es el que ha trazado la senda.
Entonces, nos enfrentamos nuevamente a uno de esos momentos cruciales de nuestra historia. Corresponde darle continuidad a lo que ha caracterizado al patriotismo puertorriqueño y convertirnos esta vez, no solo en la fuerza principal sino en la mayoritaria. Las condiciones están propicias, es la hora de actuar unidos, forjando las alianzas necesarias y convenientes con otros sectores.
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1. Junta de Planificación, Indicadores Económicos de Puerto Rico, Año Fiscal 2015.
2. Según datos del Banco Mundial, 2014.
Fuente: 80grados
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