Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping llegó el pasado 4 de junio en una visita oficial de dos días a México. Allí se reunió con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto con quien antes, durante el mes de abril, sostuviera conversaciones en Beijing en ocasión de la visita del presidente mexicano a China.
De acuerdo con la información hecha pública, el presidente chino firmó con su homólogo mexicano al menos diez acuerdos en materia de comercio, educación, ciencia e infraestructura. Ambos países, además del intercambio diplomático, comparten según indica un parte de Prensa Latina, la participación en varios foros. Entre ellos se encuentran la Unión Interparlamentaria, el Foro Parlamentario Asia-Pacífico y el Foro Permanente de Diálogo entre el Congreso de la Unión y la Asamblea Popular Nacional China.
México es uno de los dos socios de Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio. El otro socio es Canadá. La visita reviste suma importancia para ambos países; en el caso de la República Popular China dado su alto y apreciado interés en seguir incursionando comercialmente en países de América Latina; y en el caso de México, en el proyecto emprendido bajo la iniciativa de Estados Unidos formulada por su presidente Barack Obama en su pasado mensaje sobre el estado de la Unión, de dedicar esfuerzos a la iniciativa de un tratado comercial Transpacífico, junto a otros estados latinoamericanos que comparten con Estados Unidos el Océano Pacífico. Se trata de la misma iniciativa que su vez Estados Unidos se propone construir junto a países de la Unión Europea cuando se menciona un tratado comercial Transatlántico.
En los pasados años, mientras Estados Unidos puso el peso de su atención en librar guerras y promover conflictos en países de Asia Central, el Medio Oriente y África; la República Popular China estuvo centrando parte de sus esfuerzos comerciales en este Hemisferio, desarrollando inversiones y acuerdos económicos con América Latina particularmente con países cercanos al ALBA. Lo anterior, sin embargo, no implicó para el gigante asiático dejar de hacer esfuerzos con otros países no vinculados a esta iniciativa de integración económica y colaboración. Las inversiones de la República Popular China en la pasada década también han tenido un incremento sustancial en las importaciones de América Latina desde China.
Las nuevas políticas económicas de la República Popular China tuvieron un punto de inflexión a partir del fin de la Gran Revolución Cultural Proletaria a finales de la década de 1970 y el regreso al poder de Deng Xiaoping luego del XI Congreso del Partido Comunista de China realizado en 1977. Deng Xiaoping planteó entonces la necesidad de una transformación económica de gran magnitud que llevara al país a su modernización radical en el terreno económico, aunque ciertamente en lo concerniente a lo político e ideológico, los cambios se definieran en forma mucho más conservadora.
Bajo la dirección del Partido Comunista de China y bajo consideraciones de un modelo de desarrollo económico basado en una economía planificada, característica de los modelos socialistas, China incorporó en sus políticas la propuesta de «dos modelos, un sistema». Esta concepción consiste en la reivindicación del modelo de construcción socialista del país, pero con la introducción de reformas de carácter capitalista en su economía.
En un artículo publicado en la Revista Foreign Affairs en 2007, titulado The Faces of the Chinese Power, se advertía que la estrategia nacional china consistía en continuar su crecimiento doméstico, atraer recursos (tecnología, inversiones y materiales estratégicos) del sistema internacional, la reducción de amenazas que redujeran sus recursos y mantener el desarrollo de un crecimiento militar. Sin embargo, a diferencia de la ex Unión Soviética, este crecimiento militar no sería a costa de los recursos, ni sacrificando su desarrollo económico. El ensayo destaca, además, la importancia en esta etapa de desarrollar una clase media con amplia capacidad de consumo que fortalezca su poder económico.
En otro ensayo publicado por la Revista en su edición de enero-febrero de 2008, titulado The Rise of China and the Future of the West, se indica que las transformaciones económicas en China desde finales de la década de 1970 llevaron al país a la cuadruplicación de sus índices económicos; que se esperaba que en la década siguiente a la fecha de la publicación, los índices macro económicos se duplicaran; y que para el año 2050 las economías de Brasil, Rusia, India y China serían mayores que las de los originales integrantes del llamado G-6 (Alemania, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido de la Gran Bretaña y Estados Unidos).
Para algunos analistas como James Petras, algunos de los cambios ocurridos en China han ido acompañados de problemas sociales y económicos profundos y extendidos, los cuales podrían socavar el crecimiento sostenido y la estabilidad política de este país. De hecho, señala que a partir de 1980 Estados Unidos ha ejercido presiones sobre tales políticas amenazando, coaccionando y consiguiendo en los pasados 25 años, «cambios paulatinos, pero acumulativos en sus políticas económicas» que incluye el consentimiento de China a la «apertura a la compra de acciones por parte de grupos financieros, y conseguir así una cabeza de playa en cada subsector: bancos, firmas de inversores y consultorías de inversión, entre otras.»
Un dato significativo para nosotros sobre la realidad de la presencia de China en América Latina es aquel nos que ofrece la Revista “Foreign Affairs” de enero-febrero de 2006 cuando en un ensayo titulado Is Washington Losing Latin America, señala que para ese momento el 10% del comercio exterior de América Latina se realizaba con China. China hoy se ha convertido en el centro bursátil del mundo. Sus importaciones aumentaron entre 2004 y 2006 de $512 mil millones a $792,000 millones estimándose que en el 2007-08 llegaron a un billón. China es hoy la segunda potencia mundial en inversión en tecnología con $134 mil millones, equivalente a 4.9% del PIB, lo que la hace superar a Estados Unidos.
En el caso particular de Costa Rica, China es su segundo mayor socio comercial con un comercio bilateral que durante el pasado año alcanzó $6,173 millones, con un crecimiento anual de 30.5%. Igualmente, China es el segundo mayor socio comercial de México. El comercio bilateral entre ambos países alcanzó la suma de $36,680 millones en 2012.
Kevin Rudd, parlamentario australiano y ex ayudante del Primer Ministro y ex Ministro de Asuntos Exteriores de 2010 a 2012, indica en un ensayo publicado en Foreign Affairs de marzo abril de 2013 titulado Beyond the Pivot, A New Road Map for U. S. Chinese Relations, que dentro de treinta años, la economía de China ha crecido de una más pequeña que Holanda, a una mayor que la de los demás países, exceptuando Estados Unidos. Señala que si China emerge como la mayor economía del mundo, lo que ya ha sido previsto, será la primera vez desde tiempos de Jorge III que un país que no es de habla inglesa, un país que no es Occidental y que no es democrático, pasará a dirigir la economía global. La historia, indica Rudd, nos enseña que «a donde el poder económico va, el poder político y estratégico le sigue.»
Por eso, al hablar de esta visita del presidente chino a México, no podemos perder de perspectiva la visita que apenas un mes antes realizara a este país el presidente Obama con iguales intenciones de estrechar lazos económicos. En aquel momento, durante su discurso, Obama apuntaló elementos importantes en la búsqueda del fortalecimiento de los lazos económicos de su país con México destacado propuestas como las siguientes: la creación de empleos y la inversión del Estado en la promoción de nuevas fuentes de empleo; el fortalecimiento de la educación; la ampliación de la clase media y el aumento en su poder adquisitivo; la innovación energética; la reducción de la dependencia del petróleo extranjero; la intensificación en el consumo del gas natural y el desarrollo y uso de las fuentes renovables de energía; la reforma migratoria y como parte de ella, cómo afrontar la inmigración ilegal; el fortalecimiento de los gobiernos amigos de Estados Unidos; y finalmente, su propuesta para nuevos esfuerzos en el desarrollo de acuerdos comerciales y económicos dirigidos a crear una Alianza Transatlántica y otra Alianza Transpacífica de Comercio a partir de los existentes acuerdos de libre comercio. La gestión hecha por Obama se extendió a Costa Rica para luego el Vicepresidente de Estados Unidos iniciar también otra gira por países latinoamericanos pretendiendo dejar también amarrado el interés de Estados Unidos con algunos de estos gobiernos.
México es un país con una alta población y capacidad de consumo cuya economía gravita dentro del marco de la realidad del mercado estadounidense y del Tratado de Libre Comercio negociado con Estados Unidos y Canadá. Igualmente, el resto de América Latina es un mercado conformado por cientos de millones de personas. Como tal, es un mercado apetecible para que una potencia industrializada, sea Estados Unidos o la República Popular China, pretenda colocar allí sus inversiones y generar en forma bilateral inversiones o adquisición de materias primas.
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