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Hostos ante la religión: apuntes generales

 

10 de enero de 2021

Se nos convoca a ofrecer nuestros comentarios en torno al tema Hostos, religión y moral: su concepto sobre la religión, su postura personal en torno a la misma, la relación entre religión y moral,  ello a partir de la exposición hecha por el Dr. Carlos Rojas Osorio en el programa radial Voz Alternativa. El privilegio que da el que sea precisamente Rojas Osorio quien en su  ensayo La filosofía en Hostos, introduce al lector al Volumen IX, Filosofía, Tomo I del Tratado de Moral de las Obras Completas de Eugenio María de Hostos, Edición Crítica, nos permite anticipadamente proponer algunos comentarios al tema.

En el ensayo, bajo el sub tema Moral natural o de la religión, Rojas Osorio indica que “los deberes ‘naturales’ son para Hostos, deberes religiosos”. Esto es así, señala, porque “lo que su moral natural enseña es la ligazón entre la dependencia del hombre con la ‘causa desconocida’ de todas la cosas.”  Sin embargo, más adelante, el propio autor nos indica que Hostos no deja de tener “oscilaciones más o menos violentas” con respecto a este tema de la religión, y en específico, “con respecto a la existencia de una causa primera.”


Indica Rojas Osorio, citando de Hostos,  al respecto lo siguiente:

“No puede negarse que exista una Causa Originaria de la naturaleza y de nosotros mismos; pues esto sería tanto como negar la realidad efectiva del principio de la causalidad.”

Señala que Hostos al referirse a esa “causa primera” utiliza varios “epítetos”: “causa desconocida, causa de las causas, causa primera, lo absoluto, lo absoluto incognocible.” Nos aclara, sin embargo, que tal causa próxima o causalidad no significa en Hostos el concepto de Dios que conocemos. Señala que para Hostos, “ninguna religión es la verdadera”; que para él, todas son “interpretaciones humanas de la causa originaria.” Concluye señalando, que si para Hostos “ninguna religión es la verdadera y todas son meras interpretaciones, entonces no cabe ningún dogmatismo, intolerancia y mucho menos fanatismo.” Por esto, nos dice, para Hostos “ni el fanatismo religioso ni fanatismo ateo” son aceptables; para él sólo es aceptable o válida “la tolerancia fundada en la libertad de todas las religiones o creencias sobre la base de que no se puede afirmar nada de la causa desconocida.”

Esta noción en Hostos de “causa primera” no dista mucho de las lecciones que recibe el ser humano cuando se inicia en la masonería de la cual Hostos formó parte.  Si bien la masonería no es propiamente una religión, reconoce la existencia de una “causa originaria” a la cual, utilizando el lenguaje simbólico de los constructores de templos (masones), le adjudica el nombre de “Gran Arquitecto del Universo.”  Se trata de la conceptualización que en el plano personal, cada ser humano tenga sobre tal principio o causa originaria, noción que venimos llamados a respetar de la misma manera y con la misma exigencia que tendríamos de la noción propia de dicha causa primera u originaria.

A esta “causa primera” se expone el profano antes de ser aceptado formalmente en la Orden. Si como muestra un botón fuera suficiente, por ejemplo, en el primer viaje simbólico que da el ser humano al iniciarse como aprendiz masón, se le apercibe por el Venerable Maestro que preside la Logia que “el fanatismo es un extravío moral”. Le señala al profano que el fanatismo obscurece la inteligencia y embarga la razón. Al referirse al fanatismo religioso, el Venerable Maestro le indica que éste “lleva al ser humano a la superstición; despierta el odio del hombre para con sus semejantes; produce grandes males como consecuencia de las persecusiones y del derramamiento de sangre; y origina el furor y destruye en el ser humano el sentimiento de piedad.”

La relación de Hostos con la masonería se encuentra documentada en escritos como el publicado en el número de la Revista Entre Columnas, editdada por el Gran Oriente Nacional de Puerto Rico en agosto de 1989, donde se reproduce un artículo escrito por el propio Eugenio María de Hostos bajo el título Sí la Masonería influye en la familia, que además fue reproducido en la Revista Exégesis, publicada por la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao. En el escrito Hostos indica:
“La masonería es esencialmente, en la esencia de su doctrina y en las entrañas de su altísimo ideal, el modo orgánico de hacer efectiva la familia humana.

Hijos de Dios, todos los hombres son hermanos. Ese el principio principal de la Institución.

Hacer efectivo el sentimiento de amor universal, de confraternidad universal, de comunión universal del ser (destruido) en la misma aspiración de verdad, bien y abnegación.

Religión sin altares, sin sacerdotes, sin iglesias, sin libros sagrados, sin intereses, sin raíces en el suelo (destruido) (san)ciones en el cielo, la falange masónica de todos los (tiempos, pueblos) ha constituido, sin embargo, una verdadera religión, un (verdadero) sacerdocio, una verdadera revelación; la religión del (destruido); el sacerdocio de los buenos, la revelación evidente de la verdad) experimentada y experimental de que so(lo) la práctica de las virtudes constituye fuerza de (bien) bastante para conseguir de la incoercible (voluntad) individual de cada hombre la armonía (total) de las funciones de la vida social correspon(diente); ellos debe corresponder a la armonía planeta(ria) sieral, al concierto sublime que en el es (fin). Su fin ha establecido para siempre la simple ley de la atracción universal.”

Con relación a la virtud, otro concepto también presente en Hostos, la masonería enseña que se trata de una “energía moral.” Por ella, el ser humano, al practicarla, se habitúa al bien, al deber y a la justicia. Es ésta, un impulso natural hacia la honradez; una predisposición al sacrificio en favor de los demás seres humanos; es la resolución dominar las malas pasiones combatiéndolas con firmeza y decisión, para obrar en armonía con la razón perfeccionada, que siempre induce al hacer el bien. La virtud, señala la masonería, es el triunfo de la voluntad sobre los deseos; y es también el resultado del trabajo incesante del ser humano para acercarse a la perfección por el camino que existe para alcanzarla, que es la caridad; es decir, “por la devoción a los semejantes, por la abnegación de la personalidad, por el sacrificio.”

Hostos, al analizar las religiones o modalidades de religiones principales en Occidente, nos presenta una aproximación muy crítica de la Iglesia Católica. En el Libro Tercero, titulado del volumen citado de Tratado de Moral figura su texto Moral Social. En él, en su Segunda Parte, Capítulo XXVIII, titulado La moral y la Iglesia Católica, señala que “el catolicismo no ha pasado todavía de la edad de bronce.” Indica a tales efectos:

“ El Sillabus, el dogma de la concepción inmaculada, el de la infalibilidad, las canonizaciones, la acerba lucha por la reconquista del poder temporal, son otros tantos arietes puestos contra la dolorosa constitución de los progresos humanos, contra la fábrica de verdades de la biología y de la fisiología, contra el monumento de ingenuidad levantado por el positivismo y por la antropología a la verdad, cuando reconocen,  declaran y acatan la falibilidad necesaria y la providente limitación de la razón humana; contra la obra cooperativa de la moral, del derecho, de la libertad y del gobierno constitucional, cuando condena los esfuerzos de Irlanda para cumplir con el deber de ser patria de sus hijos, cuando anatemiza los derechos individuales, cuando pasa todo el siglo en apoyar tiranos contra pueblos, y cuando, por fin, quiere restaurar el gobierno temporal, que no solo ha sido una inmoral contradicción, sino que volvería a ser el peor ejemplo de autócratas, déspotas y usurpadores.”

Más adelante en el texto, cuestionándose la posibilidad de cambio en el rumbo histórico de la Iglesia Católica, indica que esto podrá ocurrir “en cuanto llegue al gobierno de la Iglesia un Papa reflexivo.” Sin embargo, para que ocurra tal cambio, Hostos aboga porque la transformación de esta Iglesia se haga a partir de lo que ha sido su existencia como institución, no de su desintegración absoluta, sino “con los materiales intactos de la obra demolida y con las fuerzas virtuales que sirvieron para ella.” Señala a tono con lo anterior:

“…la aniquilación del elemento religioso, es imposible: las raíces no se arrancan sin matar la planta, y raíz de la conciencia, como fin que es de vida humana, es el elemento religioso en toda vida. Se puede llegar, se llega y es bueno llegar individualmente a desasirse de toda divinidad tradicional, a fabricar por sí mismo la suya,  a hacer de la humanidad un ser divino y de la civilización un culto, o a convertir la actividad de la propia conciencia en religión y culto de los deberes de la vida; pero suprimir la conciencia de las causas, que hace del principio de la causalidad en todos los procedimientos empleados por la razón como una de las cuatro piedras angulares de toda construcción intelectual, una de las células del ser consciente, además de imposible, es inútil.” (Énfasis suplido)

Hostos propone hacer del catolicismo “una religión progresiva. Para ello, establece varios puntos a manera de agenda, donde el primer paso es la separación del papado temporal; se sigue con la separación de los intereses de la Iglesia de los intereses del Estado; en tercer lugar secularizando la escuela; seguido por resolver por medio del derecho, “el problema del celibato de los curas.”  El día en que el Papa favorezca las reformas—señala—se pondrá al catolicismo “al nivel de la civilización” y se preparará el advenimiento del orden moral no impuesto”. Ese día será para la Iglesia el comienzo de “una civilización más completa, porque será más moral.” Para Hostos, la aspiración final de la moral no es el dogma ni es un acto de imposición; es “el establecimiento de un orden voluntario”, un “orden de la voluntad”, al cual deliberada y voluntariamente se concurre, “a sabiendas de los medios que emplean para concurrir y los deberes que cumplen al concurrir” a ella.

El trato de Hostos al protestantismo, sin embargo, es distinto; Hostos considera esta corriente del pensamiento religioso como uno que está “más adelantado en la evolución religiosa que el catolicismo.” Así lo expresa en la primera oración del Capítulo XXIX del texto previamente citado al indicar que Martin Lutero, en su reforma, en su lucha contra el dogmatismo imperante el en la Iglesia Católica, “acepta franca y resueltamente el progreso moderno, el fundamento científico de ese progreso, las consecuencias que de él se desprenden, y la obra que ha empezado y continúa así en el orden material como en el inmaterial.”

Al referirse al catolicismo como antítesis del protestantismo, Hostos describe al primero como “ciego de razón o necio de intención o loco de fanatismo”; como institución que “desperdicia en nonadas su fuerza y su influencia.”

A pesar de ello, Hostos deposita su confianza en la posibilidad de cambio como institución de la Iglesia Católica. Señala que eventualmente el catolicismo  tendrá la misma evolución religiosa que el protestantismo. Esta evolución, indica, la moverá “la fuerza de las ideas que arrastran fatalmente a las instituciones que no quieren ni deben perecer antes de tiempo.”

Al referirse al tema de “las religiones”; es decir, más allá del catolicismo o protestantismo, en la medida que también hace referencia a distintas religiones orientales Hostos señala el carácter “inmortal” de éstas:

“…Las religiones son inmortales: dicho es no en el sentido vano y tonto en que se suele emplear esa palabra, dándole alcance metafísico o poético, sino en el sentido histórico y humano: son inmortales, no porque sean revelación, pues entonces ninguna sería falsa o todas serían verdadera, sino porque son una de las construcciones de la actividad genial del ser humano en todos los momentos de su tránsito por el tiempo y el espacio.”

Hostos finalmente convoca a la transición, desde la religión positiva a la religión filosófica, señalando que esta última es el “humanismo”, al que también llamará “religión de la Humanidad”, “positivismo religioso” o “catolicismo filosofado” despojado del dogma, la metafísica y la escolástica. Para él ni el culto a un “dios”, ni el culto a “dioses” ni el culto a la “naturaleza” tiene el potencial, ni “tiene la fuerza sociológica, ni la fuerza moral que podría desplegar el positivismo religioso. Todas ellas las considera “eflorescencias metafísicas o científicas que llevan las consecuencias del pensar metafísico o del inducir científico, hasta una afirmación arbitraria las primeras, o hasta una afirmación comprobada la última; pero de ahí no pasan.”

A partir de lo anterior, Hostos propone llevar a las “multitudes” esta perspectiva distinta, sembrando en ella lo que son o deben ser sus deberes. Así, en la Nota al calce 120 del tomo en la Edición Crítica, sus editores consignan:

“…el humanismo de Hostos apunta hacia unos niveles más altos de eficacia social porque llega a constituir una nueva propuesta de transformación colectiva fundada en un sistema que garantiza la armonía entre el reconocimiento de derechos y el cumplimiento de deberes. Desde esta perspectiva, la postulación humanística de Hostos…se reviste de un carácter más revolucionario.”

Finalmente, Hostos ve en esa posibilidad de cambio y transformación de la Iglesia Católica  un “movimiento necesario” en el cual “no se puede aniquilar esas conciencias, que no se debe aniquilarlas, aunque se pudiera, y que el deber consiste en construir con ellas y con sus creencias: primero, una religión activa y progresiva, como el protestantismo; un orden social para los pueblos católicos, semejante al de los pueblos protestantes, que indudablemente son superiores en moralidad pública y privada, en dignidad política y en fuerza civilizadora, a los pueblos que se sustrajeron a la Reforma.




 


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