Escrito por Alejandro Torres-Rivera / MINH
Todavía no han concluido los combates en las calles de Trípoli, y otras ciudades de Libia, ya Estados Unidos junto a sus aliados, comienzan a alinear sus nuevos planes desestabilizadores en Siria hacia niveles superiores.
Es notable cómo en la prensa del país ha desaparecido de los titulares de los periódicos en las pasadas semanas, la discusión sobre los acontecimientos en Siria. De hecho, todo parecería que Libia ha sido utilizado como laboratorio para el desarrollo de un nuevo modelo de penetración imperialista sobre los países musulmanes desafectos de los intereses de Estados Unidos y de esta alianza militar. De acuerdo con la entrevista hecha a Andrew Tabler por el Editor Consultor del “Council on Foreign Relations”, publicada el 16 de agosto de 2011, lo que la Administración Obama necesitaba y por lo que ha venido empujando hasta ahora en relación a Siria, es la presión concertada de la comunidad internacional.
En el entrejuego del desarrollo de tal consenso por la comunidad internacional, juegan un papel destacado como interlocutores junto a Estados Unidos, su siempre socio de aventuras, Inglaterra, y el Rey Abdullah de Arabia Saudita. Sin embargo, en el drama conspirativo también entran otros países.
Hace unos meses, la prestigiosa revista sobre asuntos internacionales, Foreign Affairs, en un artículo publicado por Soner Cagaptay, Director del “Programa de Investigaciones Turco” en el Instituto Washington sobre Política del Cercano Oriente, analizando el papel del triunfo electoral de Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP por sus siglas árabes), indicaba que Ankara, en referencia a la capital de Turquía, deseaba ocupar un lugar prominente de liderato en la región. A tales efectos señalaba, que el gobierno turco tenía la percepción de creer que ellos conocían mejor que nadie cuáles eran los mejores intereses para la región, por lo que entendían debían ser consultados por Estados Unidos en sus planes regionales. Después de todo, indicaba, tanto a Washington como a Ankara, les convenía establecer una influencia que balanceara aquella desarrollada por la República Islámica de Irán.
El 26 de abril de 2011 León Panetta, Director de la Agencia Central de Inteligencia realizó una vista relámpago a Turquía. Allí fue recibido por su homólogo en la estructura de inteligencia turca, Hakan Fidam. El tema principal de sus conversaciones fue Siria. Entonces el gobierno turco, quien sostenía históricos lazos con el gobierno sirio, enfatizó ante el discurso de Panetta sobre el llamado despertar de los pueblos árabes en reclamos de cambios políticos y la conveniencia de proporcionarle al presidente Bashar al-Assad tiempo para que llevara a cabo reformas en su país. El resultado de la reunión no se hizo esperar. A diferencia de lo que hoy apuntan funcionarios de la Administración Obama, el propio Presidente indicaba a la altura del 19 de mayo en un discurso pronunciado sobre la llamada “primavera árabe”, lo siguiente: “El Presidente Assad ahora tiene una oportunidad: el puede dirigir esa transición, o debe salirse del camino.”
Ciertamente Turquía tenía entonces y tiene hoy sus razones, que incluyen las consecuencias que provocaría un gran éxodo de ciudadanos sirios a través de la frontera sur de Turquía, provenientes de una Siria convulsa. Recordemos que a diferencia de algunos de sus vecinos, como son los casos de Israel, Líbano o Jordania, Siria cuenta con una población que se aproxima a 19 millones de habitantes.
Turquía cuenta, además, con sus propios problemas particulares como son la existencia dentro de su territorio de una amplia minoría kurda, que configura un bloque electoral que ha optado por la vía pacífica compuesto de 35 bancas en su parlamento integrado por 550 bancas. Allí el AKP gobierna con una mayoría de parlamentarios y no con mayoría absoluta. Tanto en Siria como en su también vecina Iraq, conviven minorías kurdas que mantienen estrechos vínculos con sus connacionales kurdos en Turquía. Siria, además, mantiene relaciones de amistad con la República Islámica de Irán en un contexto en el cual Turquía, que aspira a sostener una posición de liderato en la región, no interesa por el momento deteriorar sus relaciones con Irán.
Tony Badran, en su escrito publicado en Foreign Affairs el 16 de agosto de 2011, indica que la Administración Obama ha decidido que sea Turquía su principal acceso a la región (“United States’ primary gateway to the Middle East”), y que sea precisamente su Primer Ministro quien, en efecto, comparta con él su visión de Estados Unidos “reducir su perfil en el Medio Oriente” y “comprometer a Irán y Siria en cambios comprensivos con relación a la paz árabe-israelí”. Esta posición, indica, coincide perfectamente con la política exterior de Turquía de “cero problemas con sus vecinos”. Así las cosas, Turquía considera que acercando a su lado a Siria, debilita la influencia que sobre ella ejercita Irán por lo que tal acercamiento, a su vez, debilita la influencia de Irán en el Medio Oriente y fortalece la suya en la región.
Todo este entretejido de estrategias tiene, sin embargo, un detonante que puede provocar un tranque en el juego diplomático. Se ha indicado que la República Islámica de Irán ha “congelado” su colaboración en materia de información de inteligencia con Turquía en torno a las actividades de los militantes kurdos que promueven la secesión en el territorio turco y reclaman la conformación de un estado nacional propio. Por su parte Siria, aparenta haber descontinuado su colaboración con Turquía en la lucha contra los militantes del Partido del Trabajo de Kurdistán. El PTK por sus siglas en español, una organización política secesionista que lucha militantemente dentro de Turquía por la libre determinación de la nación kurda. De acuerdo con el gobierno turco, el PTK utiliza el territorio sirio como base de operaciones en sus acciones contra Turquía. Indica que dentro del territorio sirio se ha dado albergue a algunos de sus principales líderes.
A lo anterior se suma la ya difícil situación interna en el país, donde el presidente sirio al-Asadd ha lanzado las tropas del Ejército y la Marina para suprimir manifestaciones en las principales ciudades y el principal puerto de Siria que ha cobrado la vida de cientos de ciudadanos. De acuerdo con al-Asadd, se trata de movilizaciones manipuladas por elementos desafectos al gobierno al servicio de intereses extranjeros.
La represión habida hacia el movimiento de protestas, como también la campaña articulada por Estados Unidos, sus aliados y el Consejo de Seguridad de la ONU, auguran días más difíciles para el gobierno sirio. Como parte de la ofensiva del gobierno de Estados Unidos contra el gobierno de al-Assad, se han tomado medidas que incluyen, no solo consultas con sus aliados en Europa y Medio Oriente, sino también sanciones económicas.
Ya en diciembre de 1979 el gobierno de Estados Unidos había incluido a Siria como Estado que Apoyaba el Terrorismo. En mayo de 2004 se emitió la Orden Ejecutiva 13338 mediante la cual se implantó lo que vino a llamarse como “Syria Accountability and Lebanese Soverignty Restoration Act de 2003. En ella se fijaron medidas adicionales contra el gobierno sirio bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia. Recientemente, a dichas medidas, se han añadido otras tales como la Orden Ejecutiva suscrita por el Presidente Obama para bloquear las propiedades del gobierno sirio; prohibir a personas y corporaciones estadounidenses hacer nuevas exportaciones o inversiones en Siria; prohibir todas las importaciones a Estados Unidos; y todas aquellas que tengan que ver con el petróleo sirio o sus derivados; congelar activos sirios en Estados Unidos y prohibir a personas y corporaciones hacer negocios con varias empresas o personas (32 en total) provenientes de Siria e Irán; y designar al “Banco Comercial de Siria” y su subsidiaria el “Banco Comercial Sirio-Libanés” como una institución que lava dinero y en consecuencia, cubierta por las disposiciones de la Ley PATRIOT de 2004.
El 18 de mayo de 2011 se firmó por Obama la Orden Ejecutiva 13573 en la que se identifica al gobierno sirio y varios de sus principales funcionarios, incluyendo al presidente al-Assad, como responsables de la escalada de violencia en su país. Esta se suma a la ya dictada el 29 de abril bajo el número 13572, en la cual menciona, incluyendo al presidente, los nombres de personas involucradas en violaciones de derechos humanos.
El día 22 de julio de 2011 Estados Unidos impuso restricciones de viaje al personal diplomático sirio acreditado en Estados Unidos. Ahora se les requiere autorización para salir fuera de Washington.
El pasado 3 de agosto de 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU, a instancias de Estados Unidos, aprobó una resolución donde acusa al gobierno sirio de ampliar sus violaciones de derechos humanos y uso de la fuerza contra civiles. Más recientemente, en declaraciones hechas de 12 de agosto por la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, indica que “la transición a la democracia en Siria ha dado comienzo”, mientras el Presidente Obama ha hecho un llamado a “estrechar el círculo de aislamiento” del gobierno sirio. Se trata del mismo discurso que antecedió la decisión de arremeter contra el gobierno libio. Hoy, luego de seis meses de abierta agresión militar de Estados Unidos y la OTAN sembrando la muerte y destrucción en ese país, su gobierno se tambalea, los secesionistas se declaran vencedores y el imperio proclama su victoria. ¡Así es la política de derechos humanos de los imperios! Sin embargo, no todo es miel en la boca imperialista.
De acuerdo con algunos estudiosos del tema, el llamado a la “batalla final” en Libia hecho por los secesionistas y las fuerzas de la OTAN en dicho país aún no ha concluido. José Antonio Gutiérrez D. y Esteban Ferreira, en un análisis de la situación publicado bajo el título de Libia...¿liberación o nuevo despotismo?, señalan que el gobierno libio ha “montado una astuta estrategia de ceder terreno en lo territorial para ganarlo en lo político-militar, implementando una encarnizada guerra de guerrillas que los medios internacionales en gran medida invisibilizan.”
Si tal premisa fuera correcta, es decir, las fuerzas leales al gobierno libio realizan una retirada estratégica hacia el interior del país para desde la profundidad del desierto reconstituirse como fuerza irregular y sobre la base de la misma iniciar una etapa de hostigamiento guerrillero a un nuevo gobierno en proceso de constituirse, la situación podría tornarse insostenible para el llamado Consejo de Transición establecido por la alianza rebelde.
Un escenario así podría llevar a una inestabilidad tal en el país que lleve a las fuerzas de la OTAN a optar por la ocupación militar en Libia como salida a la protección de sus intereses geopolíticos en la región. Sería algo así como la iraquización de la situación política en Libia; es decir, un gobierno títere sostenido por fuerzas armadas extranjeras de ocupación en el territorio. La presencia de tropas británicas, italianas, francesas y estadounidenses en el país, quienes representan los intereses económicos principales en suelo libio, constituiría una clara advertencia o amenaza para otros países árabes en la zona del litoral Mediterráneo africano que tarde o temprano provocarán una total inestabilidad política en el Norte de África.
Quizás, ante ese escenario, la velocidad en la aplicación por parte de Estados Unidos y sus socios de la OTAN de la solución Libia a Siria, tenga alguna pausa. De lo que no deberíamos tener dudas, sin embargo, es que ya hace rato está puesta en marcha la decisión de imponer modelos alternos para la hegemonía de Occidente en esta región del mundo árabe. Después de todo, la naturaleza intrínseca del imperialismo es y ha sido la de procurar la redistribución del mundo en zonas de influencia a partir de sus intereses económicos. El enfrentamiento de Occidente con el mundo árabe no es la excepción.
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