Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
Se agotan los calificativos. Se hace difícil traducir en palabras, los sentimientos que provoca. Uno quisiera pensar que no es cierto, que se trata de una terrible película de horror o de una pesadilla insoportable. Pero ahí está la realidad, dura, implacable, espantosa. Esa realidad se llama Gaza.
Lo peor, quizá, no sea la violencia brutal, el asesinato indiscriminado de un pueblo; la pulverización sistemática y calculada—palmo a palmo— de un gueto sobrepoblado y empobrecido; la saña y el odio que mueve a los sionistas en su afán destructivo y su obsesión de pueblo elegido por Dios.
Lo peor de lo peor es la indiferencia con que gran parte de la humanidad contempla, como si nada estuviera sucediendo o como si lo que estuviera sucediendo fuera irrelevante, mientras se masacra una población, mientras se utiliza a seres humanos para afinar la puntería de tanques, aviones y cañones.
Lo peor de lo peor es esa intención perversa de ciertos medios de comunicación de masas, de que nos acostumbremos a esa locura genocida como si se tratara de parte normal del paisaje planetario.
Lo peor de lo peor es que haya gobiernos e instituciones que justifiquen el salvajismo disimulado con ropajes religiosos, al punto de colaborar con dinero y armas para que la carnicería humana siga su curso.
Lo peor de lo peor es que pueda haber un presidente premio Nobel de la paz cuyo gran mérito sea hacer, promover, financiar, justificar la guerra, la agresión, la matanza.
Lo peor de lo peor es que en la tan desacreditada Organización de Naciones Unidas (ONU), duerman el sueño de los justos montañas de resoluciones aprobadas hace décadas, en las que se reconocen los derechos esenciales del pueblo palestino a la vida, la paz y el desarrollo de su Estado nacional.
Mientras tanto, los poderosos no mueven un dedo para que esa presunta voluntad de la comunidad internacional se haga realidad. Unos y otros se dedican a contemplar gozosos como su perro de presa sionista avanza en la pretensión de exterminar al pueblo palestino.
Quienes decimos representar aspiraciones distintas y superiores, y decimos creer en la paz, la justicia y el respeto a la vida, ¿nos moveremos?
Ante tanta desvergüenza, es la hora de la solidaridad. Que el hermano pueblo palestino sepa que no está solo.
Palestina representa hoy—en pleno siglo veintiuno— la conciencia de la humanidad. Por eso, en efecto, todos y todas somos Palestina.
*Puerto Rico mirando al Sur, columna semanal del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano de Puerto Rico en el periódico del gobierno bolivariano de Venezuela, Correo del Orinoco.
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