Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
Luego de muchas horas frente al televisor, disfrutando cargado de mil emociones la participación de nuestros jóvenes atletas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, he corroborado algo sobre lo que había reflexionado anteriormente: el deporte, sobre todo el deporte a nivel internacional, no es un juego. Es algo muy serio. Constituye una de las más extraordinarias manifestaciones de orgullo patriótico, del nacionalismo más estremecedor y del amor más intenso al país y al pueblo del que se es hijo o hija.
Tú puedes ganar cualquier torneo, lo que sea,
pero ganar algo para tu país
es lo más especial que puedes tener.
Mónica Puig
Primera Hora,
28 de noviembre de 2014
(Fernández pidió que se diferenciara
entre nacional e internacional
porque desde su punto de vista
lo nacional y lo de Estados Unidos es lo mismo.)
Gigi Fernández
El Nuevo Día,
28 de octubre de 2007
(nota aclaratoria del entrevistador, Fernando Ribas Reyes)
Gigi se fue en contra de la historia. Vino de Puerto Rico a España en
busca de oro y lo logró,
pero pronto descubrirá que también abrió
una veta de resentimiento en contra de una atleta que lo tenía todo,
y que seleccionó una medalla en lugar de un Pueblo.
Erik Rodríguez, columna “Equivocación…”
El Nuevo Día,
9 de agosto de 1992
Luego de muchas horas frente al televisor, disfrutando cargado de mil emociones la participación de nuestros jóvenes atletas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, he corroborado algo sobre lo que había reflexionado anteriormente: el deporte, sobre todo el deporte a nivel internacional, no es un juego. Es algo muy serio. Constituye una de las más extraordinarias manifestaciones de orgullo patriótico, del nacionalismo más estremecedor y del amor más intenso al país y al pueblo del que se es hijo o hija.
Basta con ver y escuchar a la hermosa niña utuadeña y a sus compañeros campeones del tenis de mesa; con admirar a los muchachos de balónmano que literalmente obligaron a los organizadores a que se escuchara La Borinqueña completa tras su victoria; con contemplar al joven vencedor de lucha mientras levantaba su puño al entonarse nuestro himno nacional; o la euforia de la muchacha campeona de boxeo al ser proclamada vencedora.
Por eso, cuando Mónica Puig logró su medalla de oro en el tenis, cuando de inmediato comenzó a gritar “¡Yo soy boricua, pa’ que tu lo sepas!”—esto, luego de haber obtenido triunfos internacionales durante el año tras los cuales, lo primero que ha hecho es envolverse en la monoestrellada y decir cosas hermosas sobre su Patria, por eso, digo, la alegría de su Pueblo se desbordó…
…y yo no pude menos que recordar en ese instante la terrible frustración-ofensa cien por treinta y cinco que había provocado la también tenista Gigi Fernández en las Olimpiadas de 1992. Gigi optó entonces por competir en representación de Estados Unidos, por la única razón de que así podría ganar una medalla de oro. Y la ganó. Pero para otro país. Para otra nación que por cierto, ella, como activa anexionista, considera la suya.
En 1992 Mónica Puig—ni buena parte de los atletas que nos representaron en Veracruz—había nacido. Sin proponérselo, veintidós años después ha reivindicado el deporte del tenis puertorriqueño a nivel internacional y ha ofrecido una gran lección de verdadero patriotismo a su generación y a todo el Pueblo puertorriqueño.
En 2014 escuchamos La Borinqueña quince veces. Vimos ondear nuestra bandera acompañada por banderas hermanas de América Central y el Caribe, en igualdad de condiciones, con dignidad y respeto. Nadie extrañó el otro himno ni la otra bandera, que nos fueron impuestos en 1898. Nos afirmamos gustosos hijos e hijas de esta región, como caribeños, centroamericanos y latinoamericanos que somos.
Ha sido una experiencia extraordinaria, que merece nuestro más fuerte aplauso a los atletas y al Comité Olímpico de Puerto Rico. Ha renovado en muchos de nosotros la esperanza en el porvenir, la confianza en las nuevas generaciones, la alegría y el orgullo de ser hijo e hija de Puerto Rico, nuestra Nación.
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