Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
La actitud amenazante del gobierno de Estados Unidos contra Venezuela Bolivariana es una admisión elocuente del impacto de los logros alcanzados, tanto en Venezuela como en otros países de nuestra América, en favor de la democracia participativa, la justicia social y la prosperidad de las mayorías.
Esos avances económicos, sociales y políticos han sacado de paso a Washington, tan acostumbrado a disponer a su antojo de nuestros pueblos.
Ello explica las amenazas, las agresiones, las campañas mediáticas y el terrorismo de Estado maquinado en el norte contra Venezuela, pero no solo contra Venezuela.
Lo cierto es que estamos ante una amenaza anticipable contra los pueblos que han cometido el pecado de querer vivir en libertad, de querer decidir su destino sin injerencia ni sometimiento de tipo alguno.
Es una amenaza cuyo objetivo es aplastar la Revolución Bolivariana, lo mismo que a la Nicaragua Sandinista, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y, como desde siempre, la Revolución Cubana.
También son los objetivos del enemigo común, El Salvador, Brasil, Argentina, Uruguay, varias Antillas menores; en fin, los que se han atrevido a enfrentar la hegemonía imperial.
Nuestra respuesta inmediata y urgente tiene que ser la solidaridad, la denuncia, la movilización. Con Venezuela, con el compañero Presidente Maduro, así como con los pueblos de Nuestra América que son también objeto de la amenaza imperialista.
No nos cruzaremos de brazos. No seremos indiferentes, ni nos resignaremos a sufrir las consecuencias. No. Es la hora de la lucha intensa y comprometida. Una lucha en la que, de veras, nos va la vida.
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