Viernes, Noviembre 22, 2024

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¿Por qué esperar hasta junio?

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Es cierto eso que dicen de que no hay peor ciego que el que no quiere ver; como también es cierto aquello de que a buen entendedor, con pocas  palabras basta.

 

Bueno, así debiera ser. Pero no sucede siempre. Sobre todo si los intereses creados, mezclados con miedos ancestrales, se interponen en lo que de otra manera tendría que ser una muestra clara de sensatez y reconocimiento de la realidad. O, como dicen en sicología, cuando se está en negación, que por más obvia que sea la verdad te niegas a reconocerla. No hay manera de que esos reconozcan que si tiene cuatro patas, un rabo, bigote y dice miau, es un gato. Insisten en que es un perro, o un ratón…

Esa manera de ser y pensar la hemos vivido y sufrido en Puerto Rico por décadas. Nos la han querido meter, como quien dice, por ojo, boca y nariz. Particularmente en lo que tiene que ver con la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos; y muy especialmente en cuanto al pretendido alcance descolonizador del Estado Libre Asociado.

Desde el mismo día de la invasión militar el 25 de julio de 1898, y aun desde antes, el movimiento independentista ha denunciado y combatido la subordinación colonial, por entender que la misma nos priva de la posibilidad de construir, desde la soberanía nacional, el país que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades. Porque mientras quienes imponen el colonialismo se enriquecen, nos utilizan y se apropian de lo que nos pertenece, la sociedad puertorriqueña sufre mil vicisitudes y humillaciones, se empobrece y es lanzada al exilio masivo.

En estos días se ha generado el más reciente debate sobre si somos o no somos, sobre si hay asociación o qué cosa, sobre si mandan ellos o mandamos nosotros y, si acaso, cuánto mandamos. Se fantasea, se evade, se intenta justificar, se confunde, todo en el afán de que no se le vea la costura al remiendo. Esto ocurre, tengámoslo presente, más de tres décadas después de haber sido impuesto el ELA.

Que tenemos que esperar hasta junio próximo, nos dicen, para que los tribunales supremos del norte nos digan cuál es la verdad. Y si, sí, y si no, no. Absurdo. Pero además, es que el propio procedimiento de un tribunal supremo validando a otro que alega ser igualmente supremo sin serlo, es la muestra más bochornosa de subordinación colonial. ¿No que era supremo el tribunal supremo de Puerto Rico? ¿O es que, efectivamente no lo es porque en la colonia nada es supremo, que no sea la supremacía de la potencia que domina, que decide, que impone?

¿Por qué tenemos que esperar hasta junio para que nos restrieguen en la cara lo que ha sido una realidad más que centenaria?

Mientras tanto, los colonialistas andan mendigándole a los federales nada menos que la posibilidad de declararse en quiebra. Tamaña admisión. Sesenta y tres años después de su imposición, el ELA está quebrado. No sirve. No tiene remedio. Sesenta y tres años después de tanta mentira, de tanto ofrecimiento vacío, de tanta esperanza frustrada, colapsa la criatura impuesta, no por el PPD, sino por el propio Congreso de Estados Unidos.

A todo esto, los puertorriqueños y puertorriqueñas podemos asumir diversas posiciones. Podemos conformarnos con contemplar, resignados, cómo sucumbe palmo a palmo el ELA en el que hemos nacido y vivido por demasiado tiempo ya. Podemos decir, como los estadolibristas, que aquí no pasa nada, que son inventos de quienes no nos quieren bien. Podemos irnos del País, y que cada cual resuelva como pueda.

O podemos preocuparnos, inquietarnos, indignarnos… Pensar que, no solo es posible, sino que además es urgente y necesario hacer las cosas de otra manera, que quiere decir, hacer de Puerto Rico un País distinto y mejor.

Claro, para eso, lo sabemos, hace falta voluntad y, sobre todo poder político. ¿Estamos dispuestos y dispuestas a luchar para recuperar el poder político soberano que nos robó Washington en 1898; para comenzar a edificar un mejor País---no el paraíso terrenal, simplemente un mejor País---?

Hoy, que todavía nos quedan ganas de vivir y ser felices, puede ser un gran día para comenzar…

 

Fuente: Compartir es Vivir


Fundación Juan Mari Brás

 

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