“Operation Bootstrap” has changed
this island commonwealth
from a land of desperate need
to a booming showcase of democracy.
Bart McDowell
National Geographic
Diciembre1962
But repression and bloodshed still stain the Caribbean,
as symbolized by the Isle of Pines
near Cuba’s southwestern tip.
Once a serene retreat for vacationers,
it is now a prison for hundreds
of anti-Communist Cubans.
National Geographic
Diciembre 1962, Sin firma
La revista National Geographic dedicó su edición de diciembre de 1962 a Puerto Rico. En la portada aparece un crucero turístico cerca de las garitas del Morro mientras se aproxima a la bahía de San Juan (imagen que inevitablemente evoca la noche del 12 de mayo de 1898, en víspera de la invasión militar, cuando cerca a ese mismo lugar por donde surcaba el inofensivo crucero, barcos de guerra estadounidenses bombardearon la capital, con un saldo de muertos, heridos y gran destrucción).
Conviene tener presente que tras una fachada cientificista, objetiva e inofensiva, desde su fundación en 1888 National Geographic ha sido uno de los más importantes instrumentos de penetración ideológica, cultural y política al servicio de los intereses de Estados Unidos en todo el mundo. Particularmente a partir del surgimiento de ese país como gran potencia capitalista e imperialista, desde finales del siglo XIX.
En ese contexto debemos considerar la razón por la que National Geographic le dedicó la nada inocente edición de diciembre de 1962 a ensalzar al ELA, incluyendo la portada, decenas de páginas y una cantidad enorme de fotos, a todo color.
Además, esa edición incluyó un mapa de las “Indias Occidentales” (West Indies). Las cuatro páginas siguientes al tema de Puerto Rico, las utilizó para atacar a la Revolución Cubana desde una pretendida visión cartográfica.
Habían pasado diez años desde la fundación del Estado Libre Asociado y unos pocos años más desde la implantación de la Operación Manos a la Obra (OMO), es decir, de la conversión de Puerto Rico en un enclave industrial con capital eminentemente estadounidense. El País pasaba por un proceso dramático de transformación social y económica, aunque la imposición del ELA no alteró la condición prevaleciente desde 1898. Se imponía la modernización de aquella colonia caribeña que durante la primera mitad del siglo veinte había malvivido en la miseria de la mono producción azucarera.
Los cambios eran notables. Las condiciones de vida de la población boricua iban mejorando. La materialidad del País se transformaba, con el influjo indetenible de capital, industrias y comercio extranjero. Esa modernización se daba en función de las necesidades y exigencias de los nuevos inversionistas que, tras la Segunda Guerra Mundial, sustituían aceleradamente a los barones del azúcar y requerían un país distinto para maximizar sus ganancias. El Pueblo sería un beneficiario circunstancial. Claro, aquellos que no abandonaran el País, como lo hicieron muchos, para quienes no había otra opción que la emigración masiva a Estados Unidos donde, como dice la canción, “todo es mejor”.
A partir de 1959 habría un nuevo motivo para la promoción del ELA: la Revolución Cubana. El Puerto Rico próspero bajo el ala estadounidense se proyectaría como la alternativa ideal a la dictadura comunista. A la hora de esa publicación ya habían acontecido Playa Girón, le proclamación del carácter Socialista de la Revolución, la expulsión de Cuba de la OEA y la Crisis de Octubre.
Doce (12) de las cuarenta y seis (46) fotos que acompañan el extenso artículo de Anthony Stewart tienen un enfoque turístico, donde nos presenta, entre otras cosas, los lujosos hoteles recientemente construidos, las playas y otros atractivos tropicales. Diez y ocho (18) nos dirigen a ver un país que se va modernizando, en el campo y la ciudad, gracias a la inversión de capital estadounidense. Hay otras fotos folklóricas o costumbristas, como una pelea de gallos, un campesino con un racimo de plátanos a cuesta, unas miramelindas, unos pescadores , una misa y un coquí. También el corte de la caña, el recogido de piñas y la pobreza que convive con los cambios que van marcando la diferencia. Una del campamento de los así llamados Cuerpos de Paz cerca de Utuado; y otra de Luis Muñoz Marín, Puerto Rico’s dynamic Governor.
El autor nos lleva y nos trae por todo Puerto Rico –en automóvil, no en burro o en caballo, nos advierte-- en el afán de convencernos de los grandes avances logrados en la pasada década. Visita algunas empresas estadounidenses y entrevista a sus dueños o representantes, que se muestran fascinados con las favorables condiciones que les ofrece la Operación Manos a la Obra.
Finalmente, se le ocurre hacer una pregunta a varios dirigentes políticos populares y anexionistas, cuya respuesta real se ha ido dando durante las décadas posteriores: ¿Qué futuro le espera a un niño nacido en 1962?
La respuesta más elocuente le correspondió a doña Felisa Rincón, entonces alcaldesa de San Juan:
“Ah, such a beautiful future!”, she said. “When our small children are grown, all our people will be middle class. Everyone will be free of envy.”
Muñoz no se quedó atrás:
“The family will live in a Commonwealth –but one greatly expanded—a new form of political organization within the Federal sistem. All this current debate of statehood or Independence –when he reads the history books—will seem strange, strange.”
Aquel niño o niña nació diez años después de la fundación del ELA. Si su familia no se vio forzada a emigrar, en su adolescencia experimentó, aunque de manera desigual, los cambios que se iban dando en el País; la modernización. Disfrutó del agua potable y de la electrificación del país. También de las carreteras asfaltadas y de la transportación automotriz. Fue a la escuela y se le alimentó razonablemente bien. A su casa llegaron el televisor, la nevera y el tocadiscos. El paisaje urbano y rural se transformó notablemente, con todas las implicaciones buenas o malas que ello supuso.
Parecía que en efecto Puerto Rico se iba convirtiendo en una booming showcase of democracy.
Sin embargo, no bastó la proclamación muñocista de la Operación Serenidad para que se mantuviera aquel ensoñador cuerno de la abundancia. El progreso material duró poco. El desarrollo espiritual y cultural fue enfrentando la decadencia acelerada de aquella propuesta económica, política y social, en realidad una imposición de Washington, siempre pensando en sus intereses y conveniencia. Un cuarto de siglo después de la fundación del ELA más de dos terceras partes de la población dependía de los cupones de alimentos para sus sostenimiento. Poco a poco se fue desinflando la vitrina de la democracia.
Hace varios años el ELA fue declarado oficialmente en quiebra. No fue una administración colonial en particular la que quebró, sino el modelo presentado con bombos y platillos hace siete décadas lo que colapsó.
Siete décadas después, aquel niño nacido en 1962 probablemente forma parte de la avalancha de más de cinco millones de compatriotas que han emigrado todos estos años. O está desempleado, como han de estarlo sus hijos e hijas. Y endeudado; y sin demasiadas perspectivas de futuro. De poco valió la modernidad que saboreó en sus primeros años. Esta se ha ido convirtiendo en un cascaron vacío. En esta situación precaria de la modernidad del ELA, lo único que ha interesado al gobierno de Estados Unidos es cobrar los miles de millones de dólares; la embrolla a la que nos han conducido. Por eso se han conformado con imponer la Junta de Control Fiscal. Para que recuperemos el crédito y volvamos a endeudarnos.
El próximo 25 de julio, al cumplirse setenta años de la imposición del ELA, no hay nada que celebrar. Para colmo, ese día se cumplen 124 años de la invasión militar del ’98 y cuarenta y cuatro años de los asesinatos del Cerro Maravilla.
Lo cierto es que aquel niño nacido en 1962, como los nacidos en 1952, como los nacidos en todos este tiempo, tienen mucho que hacer. Y que deshacer. Porque la resignación no es opción. Porque no parece quedar otra alternativa que confiar, así sea obstinadamente, en un futuro mejor.
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